He escuchado esta mañana, a propósito del Día Internacional de la Mujer, que el paro se ceba más en ellas. Pero afirmaciones generales como ésta no arrojan luz ni contribuyen a luchar contra una discriminación cierta. Adolece de igual cojera que la de un político de estas tierras cuando aseguró que el paro disminuye. Naturalmente, si millares de inmigrantes en desempleo regresan a sus países de orígen.

Si globalmente el paro femenino es mayor, puede obedecer a que la recesión afecta en primer lugar a los empleos de menor cualificación que, hasta no hace demasiados años, las mujeres asumían en mayor proporción: secretarias, dependientas o empleadas de hogar por poner ejemplos, y los pequeños comercios o las familias en crisis prescindirán en principio de tales servicios si los ingresos disminuyen.

Poner el énfasis en un salario menor a igual trabajo, como se ha demostrado, se me antoja una denuncia de mayor calado y, si de paro se trata, deberá analizarse por profesiones (¿más despido de médicos en relación al sexo, o de enseñantes?), lo cual sí marcaría una tendencia sexista. Rigor, en suma, es lo que reivindico. Confundir el culo con las témporas es propio de cualquier ideología, pero el intento por avanzar hacia una mayor justicia social está necesitado de argumentos con mejores datos. Para vaguedades, nos bastan con las de los políticos al uso.