La conversación que oímos, sin que los protagonistas -dos niños de cinco y tres años y medio- lo advirtiesen, da pie a reflexionar sobre algunos temas de cierto interés. Que la biología, como apunta el título, da para mucho; también, al hilo de lo sucedido, que cualquier aspecto de la realidad, por abstruso o específico que parezca, puede enlazarse fácilmente con la más prosaica cotidianidad y por último que, emplazados a contestar, siempre es posible salirse por la tangente. Y a veces de forma airosa.

¿Tú has visto alguna vez un nematocisto? La pregunta era consecuencia de una charla que el mayor, quien la formulaba al otro, dio en el colegio. Su profesora le encargó explicar a los condiscípulos vida y obras de las medusas, sobre las que, ayudado de los padres, había incluso confeccionado un par de posters explicativos.
-No -respondió el menor-. ¿Y tú has visto la cotorra de Lita?
Llegados aquí, convendrá aclarar que, siquiera por estos pagos, algunos, de forma coloquial y un tanto ordinaria, llaman así a los genitales femeninos. Cualquiera sabe dónde y de quién habrían aprendido semejante vocabulario.

-Pues no. ¿Y tú?
-Yo tampoco. Pero he visto la de Lucía.
Nos vimos impelidos, visto el tono, a interrumpir el diálogo y derivar a derroteros menos peliagudos. ¡Hay que ver estos críos!, nos dijimos entre risas con mi mujer cuando ya los teníamos distraídos con el socorrido recurso de Bob Esponja. Claro que nos sigue picando la curiosidad: ¿quién será la tal Lucía? Tendremos que averiguarlo uno de estos días, aunque sólo sea para conocer hasta qué punto cuida y mantiene el pájaro a buen recaudo o, cuando menos, lejos de miradas indiscretas.