Empieza a cundir entre los ciudadanos la sensación, en buena parte justificada, de que estamos siendo utilizados como tontos útiles. Si a ello añadimos el chollo que implica ser parlamentario europeo -verdad o sólo a medias, que poco importa para lo que sigue-, 
con excelentes retribuciones, poco trabajo y viajecitos en primera hasta ayer mismo, no extrañará la sospecha de que el interés personal de los candidatos (o de los Partidos para procurar una salida airosa a algunos de sus militantes destacados) prima por sobre la ambigüedad de unos proyectos que, en programas o discursos, permanecen en el limbo.
Las intervenciones de cualquiera de ellos o sus líderes aluden invariablemente a la pésima herencia recibida, que puede extenderse sin problemas hasta el tiempo de los dinosaurios; 
las acusaciones mutuas son la regla y, en lo prospectivo, advierten sin excepción que nos jugamos un futuro (¡Como si existiera alguna posibilidad de jugarse el pasado!) cuya solidez pasa por su mediación. Ya no diré que sean incapaces de despertar el entusiasmo, en general reñido con la inteligencia; es que ni tan solo curiosidad. Crece el hastío y un pasotismo que fomentan la ausencia de objetivos explícitos y otros que su propio bienestar. En estas semanas ha cobrado cabal sentido aquello (la autoría es de Canetti; y nada que ver con Cañete, pese a la similitud) de que nadie sabe lo que es bueno pero sí lo que sería mejor.
Y lo mejor sería que se esfumaran; que la mayoría de ellos hubieran hecho mutis por el foro aun antes de comenzar y ahí tienen, como prueba del sentir mayoritario y según distintas encuestas, una abstención que podría superar el 50%. Atribuible a su inepcia.
¿Vieron actuar a Cañete durante el debate con Valenciano? La lectura compulsiva sin apartarse del guión, su salivilla pastosa en la comisura izquierda y aquel decir balbuciente que después aseguró obedecer a una pura estrategia: para no hacer evidente su superioridad intelectual frente a la fémina. Y, como no podría ser de otro modo (el latiguillo político por antonomasia), para Rajoy, «Lisa y llanamente el mejor». 
¡El cielo nos asista! Sin embargo, y más allá del esperpento, convendrá ir a votar. Aunque sólo podamos intuir la razón para hacerlo. Por más Europa y, si la suerte acompaña, menos protagonismo de esos personajillos de tres al cuarto en el futuro que nos jugamos. Es el único motivo que se me ocurre. En paralelo, pensar que, al elegir, también uno se va eligiendo (María Zambrano dixit), obligará a un esfuerzo suplementario para acudir a las urnas. ¿Podríamos apostar por Europa sin elegir a ninguno? Sería una buena opción: siquiera para evitar definirnos a su través y quedar con el bochorno pegado durante los próximos años.
Contar es vivir (te) 
Ojalá pudiéramos no escoger a ninguno pero no votar no se sabe si es tan inane como votar. De todas formas, la dialéctica está olvidada y enterrada, no hay más que ver cómo uno salió del debate con todo que defender (¡y cómo lo hizo!) y la otra con el discurso renovado y regalado por el opositor. Uno dice que es superior y la otra se defiende y así ya tienen la campaña montada y no hablan de nada más. acaso tuvieran algo más de qué hablar.
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Creo que por fin tienen tema que debatir. ¡Y tú más…!
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Ya sé que está feo abstenerse. Que si la democracia exige, que si la responsabilidad aconseja… Etcétera. También sé (cifras de mi región son contundentes) que la UE nos vino de perlas, cuando los fondos estructurales y de cohesión llovían como café. Eppur… ¿Qué es, hoy, la UE? Entre la Comisión, el Parlamento, la Troika, el Banco Central, el inefable Oli Rehn, entre otros gaznápiros, ¿quién se aclara? Observen que lleva AÑOS de Comisario -algo así como un superministro- un tal Almunia: no lo quisieron ni en su propio partido y desde luego fue un fracaso en España. ¿Por qué está donde está y a quién representa? A la espera de una explicación, temo que lo único prudente es la abstención, siquiera por la malsana curiosidad de ver qué coño hicieren si se toparen con una abstención del 90% o más.
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La cuestión es que la abstención seria una opción más que factible si las elecciones fueran aquí pero al ser europeas si decides abstenerte le das votos a la derecha ipso facto. Eso suponiendo que nuestro voto sirva para algo en el conteo total.
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Leo en tu blog una entrada que cuestiona el manido atrincheramiento de izquierdas y derechas. Gustavo Bueno -quizá ya desprestigiado por involucrarse en la telebasura- escribió un interesante libro, «El mito de la izquierda», cuya tesis es no hay una definición rigurosa de qué es eso.
Mi llorado maestro Paco Palacios decía, sin embargo, que era relativamente sencillo determinar qué PERSONAS se ubicaban en uno u otro bando. Yo le oponía el adagio de Ortega: hay dos formas de ser tonto; ser de derechas y ser de izquierdas. Mi impresión se resumen en que definirlos con precisión equivale a explicarle a un ciego los colores verde y celeste.
Como fuere, mientras todo se quede en un debate de sobremesa, ni siquiera es grave. Lo gordo viene cuando te fusilan, fea costumbre a la que se entregan por igual los fanáticos de ambas trincheras. De todo lo que leo sobre la última guerra civil española, solo me queda la convicción de que a mí me habrían limpiado el forro en las dos zonas. Entiéndase que a ninguna le profese una rendida admiración.
Me dices que si me abstengo le doy el voto a la derecha. Pues que se lo quede. Tampoco es que vea un nítido rendimiento de votar a la supuesta izquierda. A la postre, las 2 enarbolan el mismo espantajo: ¡que vienen los otros! Pues ya se irán. No espero que mi postura abstencionista los expulse antes pero, ¿quién sabe? Lo que es palmario es que votar masivamente no ha garantizado más que una mierda monstruosa.
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Supongo que lo importante es que tu discurso sea racional y mo emocional. Si tienes las cosas claras, como parece que las tienes, no mereces más que respeto. Quizá el problema (o uno de ellos) sea que izq y drcha españolas son diferentes que izq y drcha europeas, quizá más vendidas y sumisas de puertas a fuera y rancias y vengativas de puertas adentro.
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En cualquier caso, se presume una abstención superior al 40%, como habréis leído. La mayor abstención desde el franquismo, aunque por aquel entonces, abstenerse o no daba lo mismo y la participación superaba el 99%. ¿Podría ahora ocurrir lo mismo? Escuchando a alguno de ellos, no me extrañaría que, de estar en sus manos…
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Pues yo voy a ir a votar.
Voy a ejercer mi derecho. Va a ser un sobre, contabilizado como voto, diciéndoles que no os quiero, ni en Europa ni aquí. Mi pequeña reivindicación (y la de mi madre, que me la llevo cuesta arriba empujando silla de ruedas…, que es domingo).
Y eso que no se bien que es la UE y en que me van a repercutir los resultados. Creo que tampoco lo sabe la mayoría, pues no nos lo han explicado, solo nos piden el voto (debates lamentables aparte, es otro asunto).
No sé si votar en blanco, o nulo (rodaja de chorizo dentro del sobre, o una foto, etc), pues desconozco la diferencia a efectos de contaje. Pero creo que debo hacerlo, para disminuir su porcentaje. Si no voy, no contaré.
Y así podré decirme que estamos aquí. Los que no os queremos.
Le preguntaré a mi hijo la diferencia entre voto en blanco y nulo, pues le ha tocado ser vocal de mesa electoral (… risa maliciosa). Le dije que se llevara un libro y la play.
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Yo también iré, aunque respecto al contenido del sobre aún tengo que darle algunas vueltas. A ver si me encuentro con tu hijo…
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Difícil, él está en Valencia.
Yo no voy a ir a votar por verlo (ya me gustaría…).
También tengo que meditar un poco por el contenido del sobre.
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