La natural tendencia es alinearse, siquiera emocionalmente, con quienes sufren. Y Grecia es, entre los países del sur de Europa, el más castigado por una economía global e interdependiente que no para mientes en pequeñeces. Grecia es insignificante en el concierto europeo; por su contribución a la economía del colectivo (menos del 2%), por una población que apenas sobrepasa los once millones y también por unas expectativas de crecimiento a corto y medio plazo que la sitúan en el furgón de cola.
Todo ello no es cosa de hoy, y a mucho de cuanto allí ocurre han contribuido sus distintos Gobiernos y unas directrices político-económicas nada acordes con la realidad que vivían y demasiadas veces padecían sus ciudadanos. 
Luego entró en juego Syriza con mejor voluntad que expectativas, ya que el marco no es precisamente favorable a sus deseos de justicia y mayor equidad. No obstante, sería sesgado cargar las tintas en exceso sobre las circunstancias externas o la asfixiante presión de la llamada Troika, sin aludir a que el escaso estímulo a la competitividad no responde a un plan preconcebido por el Capitalismo feroz o que los problemas que han motivado la solicitud de un tercer rescate son de variada génesis y responsabilidad, lo cual no se reflejaba fielmente en la pregunta del reciente referendum, cuyo texto (de ambigüedad preconcebida) sugería implícitamente el rechazo mediado por un «Oxi» (no) que ha resultado mayoritario. «¿Está usted de acuerdo con nuevos recortes para salir del apuro?», venía a sugerir, y sospecho que, de formularse entre nosotros, podría predecirse un resultado similar.
A partir de ahí, Grecia presentará una nueva propuesta a la U.E y me da que, de someterla a consulta previa, la respuesta mayoritaria sería también el «Oxi», lo que induce a suponer que el teatro para la galería no es privativo de ninguna facción y trasciende las ideologías. 
Claro que no existen hechos sino interpretaciones, como afirmó el filósofo y, en esa línea, a quien opine de otro modo le asistirá igual legitimidad y coherencia, poca o mucha. Por lo demás, y sea cual sea lo que se debata entre Tsipras y la U.E en los próximos días, sería pertinente que contase con las oportunas garantías de cumplimiento (excluyo en principio que el fin del contencioso pase por la salida de la U.E). Porque la credibilidad pasa por atenerse a las reglas pactadas de antemano, y no sería de recibo que, de no gustar la respuesta de esa «aviesa» Troika, se optara por otra consulta popular, aunque en principio no pase de presunción gratuita. Lo evidente es que Syriza está ahí para tomar decisiones y, de terciarse, para pechar con las consecuencias. Para eso fue votada en los comicios. Veremos.
Contar es vivir (te) 
Una pregunta inocente, en un pais con tan minvados recursos, ¿ cuanto gasto les ha supuesto este referéndum ?
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Una observación no tan inocente…
Leo con frecuencia noticias absurdas, según las cuales hay no-sé-cuántas-personas-en-riesgo-de-pobreza. En «riesgo» de pobreza estamos absolutamente todos los que dependemos del trabajo y de la consiguiente productividad. Ahí le duele: en la productividad; sin ella, ni se vive con suficiente holgura, ni se sostienen las prestaciones, ni se encara el futuro, ni hostias fritas.
Sucede que la productividad exige unas cuantas cosillas. Exige trabajar, exige innovar, exige ahorrar e invertir, exige incorporar tecnología… La clave está en la exigencia, lo cual es jodido, obviamente, pero no se ha encontrado otro camino mejor.
Puesto a solidarizarme con los «países pobres», vaya usted a saber, uno podría hasta estar de acuerdo. Sin embargo, sospecho que en cierto punto la solidaridad se convierte en parálisis, y no me da la gana.
En Europa se vive de puta madre, claro, pero es que se ha trabajado mucho y bien, conforme a una serie de «principios» que -bien mirados- cualquiera podría/debería abrazar. Curiosamente, algún griego llama «terrorismo» justo al principio capital: trabajar más y mejor para vivir mejor y más. Yo, que soy un malvado, llamo «limosna» a confundir la dignidad con no satisfacer las deudas.
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No tengo idea; en cualquier caso, no creo que tengan el menor interés en que se conozca el dato…
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¿Qué opinión os merece el mismo discurso de solidaridad aplicado a las diferentes partes (autonomías) del estado español?. ¿Manteneis el mismo dicurso?. Miau…..
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Tema vidrioso. Porque hay argumentos para todos los gustos hasta dejarte agotado. Recomiendo un artículo aparecido ayer jueves, 9 de julio, en «El País» y firmado por Henri Lévy, un filósofo de prestigio, controvertido, hijo de un comunista que vino de brigadista durante la guerra civil… Creo que da bastante en el clavo.
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Vistos los devaneos de Tsipras, primero engañando a los gobiernos, luego engañando a su propio pueblo, haciendo como que no, como para ser que sí, como un político cualquiera, es decir un sujeto incongruente al servicio de sí mismo, ¿qué sentimiento me queda, en el fondo?
El del cliente de ese bazar de alfombras persas, otomanas, marroquíes, ¡yo qué sé! Que ha comprado una alfombra vieja, digo antigua, por un precio rayano con el expolio, y llega a casa habiendo acarreado su alfombra por aeropuertos infectos y aduanas peores aún. Y la extiende en el salón, henchido de orgullo, de placer estético y de soberbia por sus dotes negociadoras, y al levantar una esquinita que ha quedado absurdamente plegada, lee: «Hecho en Crevillente». ¡Fombra, fombra!
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Ingeniosa la metáfora de Crevillente. Han visto el letrerito de la alfombra no sólo la oposición, sino muchos en su propio Partido. Inexperiencia, ganas de quitarse las pulgas de encima, preso de las circunstancias que no alcanzó a valorar cuando era tiempo… el caso es que el referendum y su postura ulterior, todo un sainete. Supongo que algo habrá aprendido. Y también la ciudadanía.
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