Recién estrenado el nuevo año, es costumbre hacer extensivos los buenos deseos y, por seguir la corriente, valga también para los enzarzados en Cataluña, hoy en descanso de la función teatral porque mañana tendrán lugar nuevas asambleas de militantes de la CUP (el Partido «anti»: anticapitalista, antieuropeísta, antiMas…) y el domingo, finalmente, su Consejo Político servirá el pastel que ya huele a podrido por mor del deplorable manejo previo: pobres ingredientes y un horneado para echarse a llorar.

Para guinda, Artur Mas y tres cuartos de lo mismo. El heraldo de aquel choque de trenes es quien ha propiciado el descarrilamiento del que quiso conducir, cuando aún permanecía en vía muerta y calentando motores. Es el artífice de la debacle de CiU una elección tras otra, inspirador de un seudoplebiscito que el independentismo perdió, y su empeño por continuar presidiendo la Generalitat para evitar engrosar la lista de los fracasados («Ser es ser percibido», decía el filósofo Berkeley. A cualquier precio, yo añadiría), lo convierte en un personaje caricaturesco, al borde del ridículo y que ha propiciado una investidura -con plazo hasta el día 10, so pena de nuevas elecciones- transformada en esperpento.

En cuanto a la CUP, que con sus diez diputados se ha hecho con la llave de lo por venir, nunca se las había visto tan gordas, y transformarse de un día para otro en el fiel de la balanza ha puesto de manifiesto la facilidad con que pueden solaparse autosuficiencia y despropósitos, mudando el sufragio universal, esencia de la democracia, en voto de camarilla. Porque es de no creer que 3030 votantes -entre los siete millones de catalanes implicados- sean quienes diriman el proceso en uno u otro sentido; que empaten posponiendo así a pasado mañana la segunda parte del lamentable espectáculo y que sean cuatro gatos, quizá de nuevo dos contra dos, quienes puedan zanjar una cuestión que tiene a Mas con el culo prieto y le habrá llevado sin duda a identificar los círculos de afiliados a la CUP con los del infierno dantesco. En la Anábasis, fueron 10.000 los que, tras la batalla contra los persas, protagonizaron la odisea hasta llegar a la costa, su salvación. ¡El mar!, ¡El mar!, gritaron a su vista. Sin embargo, en Cataluña sólo son 3000 de la CUP, una aguja en un pajar, quienes hacen el periplo, paradójicamente convertido en odisea para el resto. Y el domingo habrá que escuchar lo que exclamen aunque, a diferencia de los antiguos griegos, no será el júbilo por llegar a buen puerto sino más bien las egolatrías en pugna, suya y de Mas, lo que inspire la pregunta que todos nos haremos: ¡Y ahora qué? Otro Mar Negro, sí: por los presagios.

PD: finalmente (3-1-2016), media docena de votos (!) deciden que habrá que empezar de nuevo tras lo que, para A. Mas, es el final de una muerte anunciada. Sin que le haya valido ese transformismo del burgués gentilhombre que muestra la foto. Elecciones en marzo y hasta entonces todos, otra vez, en el alero. Junto al soberanismo.

2º PD (9-1-2016): ¡Mas ha renunciado en favor del alcalde de Gerona! No habrá nuevas elecciones.