Quien la hace, debiera pagarla. Pagar la imprudencia de su propio bolsillo o disponer de un seguro privado al respecto, porque no es de recibo que carguen el recibo al común de los ciudadanos vía servicios públicos -sean de rescate, ambulancias, policía u hospitales- como consecuencia de su mala cabeza. Libertad para hacer de su capa un sayo si no afecta a terceros y allá cada cual, ¡faltaría más!, pero si tras esos sus polvos vienen los lodos, el único embarrado debiera ser el protagonista. Porque la libertad puede matarte, diría al tal, y esa es tu responsabilidad, que no la nuestra.
Viene lo anterior a colación de los recientes Sanfermines en Pamplona. En el segundo encierro, siete heridos por asta de toro y dos de ellos graves. Y leo que, en los 28 últimos, se han contabilizado 52 lesionados. No dejo de preguntarme, un año tras otro, por qué habremos de asumir el tratamiento del siguiente descerebrado en un espectáculo lamentable que pone una vez más de manifiesto la razón que asistía a Gracián cuando aseguró que son tontos cuantos lo parecen (los corredores, en las mencionadas fiestas) y la mitad de cuantos no lo parecen. En el último supuesto se refería sin duda a quienes contemplamos el dislate, que encima se emite por RNE y TV -dirán que es cultura, ¡como si lo oyera!-, y pagamos con nuestros impuestos cornadas y resbalones tras una noche de copas.
Pero el desacuerdo no se restringe sólo al comportamiento de esa miríada de gilipollas. Comprende asimismo a quienes, por preferir la libertad a la vida como afirmaba Casanova, pueden escalar sin las adecuadas medidas de protección, largarse al Himalaya sin otra preparación que cuatro excursiones por las inmediaciones de su domicilio o pretenden atravesar la cordillera en chancletas.
Y la diferencia entre «Así ha sido» y «Así lo he querido», es sustancial cuando se trata de hacer frente al problema con el coste que ello supone. Es el pensamiento que me asalta cada vez que sé de un rescate con helicóptero en una sima perdida o presencio la cornada en el culo del fiestero. ¿Te gusta el riesgo? ¡Pues adelante! Pero no cargues a los demás con el resultado de tu mala cabecita. Y en cuanto a los toreros, moteros de carreras, parapentistas o aventureros de toda laya en fines de semana, tres cuartos de lo mismo. Porque ya está bien de cicaterías con quienes huyen del hambre o la guerra, mientras gastamos lo que no está escrito en imbéciles sin remedio.
Contar es vivir (te) 
Comparto tu opinión (como suele suceder).
Me hierve la sangre cada vez que se de un rescate con helicóptero, patrullas y demás, de algún montañero, o aficionado incauto, o gilipollas como bien dices. Amén de las fiestas de todo tipo, con predominancia taurinas, en TODA ESPAÑA, ojo.
Y de los balconnings.
¿Podemos imaginar lo que eso vale? ¡Es nuestro dinero! Gastado en actividades que nos desagradan y asquean.
Como atrae turismo, pues venga, padentro, que aquí entra todo.
Que se beneficien unos pocos a costa de rescates públicos, nos da igual.
A los navegantes SÍ que nos cobran el remolque o el rescate de Salvamento Marítimo en determinadas circunstancias (las evitables). Cosa que no discrepo, es admisible. Pero que se aplique al resto de rescates y atenciones varias. Nada de arcas públicas, que así vamos.
Cada cual que se rasque el bolsillo si quiere hacer alguna actividad lúdica o alguna gilipollez.
Por cierto, ¿Sanfermines por la radio?. Idiotez número 2 (La nº 1 es por la TV).
Y en la TV 2 he visto ¡un programa taurino!
¿4 años más así?
Cielos…
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Llevamos siglos, así que no creo yo que en la próxima legislatura esto vaya a cambiar…
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De acuerdo, con la salvedad de que la norma no debe vincularse a lo «absurdo» de la actividad, sino justamente a la existencia de un «seguro» que la cubra, en lo posible.
Para mí, trepar al K-2, encaramarse a un caballo, reptar por lo estrecho de una cueva, lanzarse desde un puente amarrado a una goma, precipitarse al vacío con una mochila desplegable -a la que no por casualidad llaman «paracaídas»-, con su correspondiente etcétera, no es que sean actividades de riesgo, sino directamente insensateces. De hecho, la locución «deporte de riesgo» ya es en sí misma muy reveladora, pues el riesgo consiste justo en que todo puede joderse gravemente y lo hará, claro que lo hará, en el momento menos «pensado».
Lo cual que no entiendo a los paisanos que se entregan a semejantes extremaunciones adrenalínicas, pero sí entiendo que están cubiertos por una póliza federativa. O ellos están federados directa y personalmente, o al menos está federado el chiringuito/instructor que les agita los bofes. Pues bien, esa federación -esa póliza- cubrirá los desperfectos. Yo estoy federado para jugar al golf. Nunca le he propinado un bolazo a ningún incauto, pero en fin, si la cosa se tuerce hay un seguro que responderá de mi impericia.
Los sanfermineros no están federados, claro, pero participan de un festejo organizado por el ayuntamiento, jaleado por la hostelería local, promovido por los gasolineros y transportistas en general, vigilado por la policía, incluso publicitado por el Gobierno como gancho turístico. Servidor solo ha ido por allá un año, desde luego no para perder el culo delante/debajo de esos morlacos, pero en ese año ha constatado que toda Pamplona vive de eso. ¿Toda? Toda. Por lo tanto, toca apechugar con los platos rotos.
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Pues que corra el ayuntamiento con los gastos, pero de una partida presupuestaria a la que no contribuya quien manifieste por escrito su desacuerdo. Firmado y rubricado.
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Pues espera a ver mi lista de restricciones para diversos gastos con partida presupuestaria anclada en mis impuestos. Ni alcalde habría en algo así como 6.000 ayuntamientos. (Ni ayuntamiento, de hecho, con su edificio y máquinas ofimáticas.)
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ES cierto que los San Fermines son una fiesta en la que Pamplona se vuelca por que le trae buenos dividendos, o más bien le traía, pues con las diferentes »tradiciones», tirarse de la fuente, desnudar a las alcoholizadas participantes, se ha llegado al punto en que se les ha ido de las manos y han tenido que tomar cartas en el asunto de manera dura, vease las últimas violaciones que seguramente antes ya sucedían pero nadie hablaba de ellas, la cosa esta yendo » in crescendo» así que la policía está actuando más y entonces se supone que esto le debe de costar a las arcas del ayuntamiento buena parte de lo que ingresa de los impuestos extras, lo cual debería haber sido así desde el principio. Si en la Tomatina restrigen la entrada de gente¿no debería ser igual en los San Fermines? ¡Cuantos Hemingway hay por el mundo!
se olvidan de que el hombre acabó fatal.
Aquí tenemos el Balconing, que viene dado por el sobrecalentamiento de las pocas neuronas que les quedan a algunos turistas despues de la gran ingesta de alcohol y la sobreexposición al sol, la sensación de inmortalidad que les sobreviene gana a cualquier razonamiento que les pueda plantear alguien más sensato, así que siguiendo el chiste de Forges, en cada establecimiento vacacional debiera haber un Abofeteador técnico de idiotas. ¡ Me pido el primer puesto de trabajo que aparezca!
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Algún que otro fin de semana me encantaría acompañarte para formar equipo de abofeteadores de «curts de gambals» (como dicen aquí o en Cataluña, ahora no sé bien, pero da lo mismo; ya nos entendemos).
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Je,je, informemonos pues donde hay que apuntarse……
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