En ocasiones la cotidianidad puede pesar demasiado si lleva pegada siquiera a ratos un algo de aburrimiento y quizá a eso debía referirse Baltasar Gracián al escribir que la repetición es la carcoma que corroe todas las cosas. El esfuerzo continuado, si aplicado un día tras otro a los mismos empeños, corre el riesgo de transformar la ilusión en inercia. Y de ahí a la anestesia media poco trecho.
¿Qué vamos a hacer con nosotros los próximos treinta años?, se preguntaba Daisy, el personaje femenino de la novela El gran Gatsby, y su duda llevaba implícito el temor al tedio que también puede acompañar, por mucho que nos esforcemos en evitarlo, algunas de las decisiones que tomamos tiempo atrás e intentamos mantener por coherencia y amor propio: los diez mil pasos diarios o proseguir con la mejora del inglés (aunque sólo fuera por distinguirnos del presidente Rajoy, glosado en el post anterior), intentar no perder comba en los temas que nos han interesado desde antiguo o seguir con este blog. No sé si me explico y, de no ser así, para entender lo que quiero decir será de ayuda hacer memoria sobre cómo veían de aburridos, algunos escritores, a los ciudadanos de según qué paises (los españoles hemos llevado tradicionalmente el marchamo de la pandereta contra el hastío). Henry Miller escribía en Los días de Clichy que la única preocupación de los luxemburgueses estribaba en decidir en qué lado del pan untar la mantequilla. Y Baudelaire, experto en aburrimientos, aseguraba que Bélgica era capaz de devolver la virginidad al más voluptuoso.
Ignoro cuánto habrá de cierto en lo anterior, pero tengo por seguro que no únicamente en esos lugares precisan los corazones de novedad. Y de ahí el título. Por eso entiendo la peculiar vestimenta del actual presidente del Parlamento Balear, Balti Picornell; las meadas a la entrada de cualquier garaje, con nocturnidad o, si me apuran, incluso alguna salida de tono del impresentable Trump. En mi caso no entraré en detalles, pero me vengo planteando el tema de vez en cuando; alguna que otra mañana al repasar el orden del día. Porque da que pensar (y dice poco en favor de uno) tanta disciplina que parece un credo sólo transgredido, si me apuran, cuando se tira la basura a deshoras.
Ya que hablas de transgredir, debe uno tenerlo muy claro al hacerlo y con ello me refiero ha hacerlo con todas sus consecuencias, no con un,- yo no sabía que podía ocurrir esto en el caso de …..-
A veces las transgresiones son tan sutiles que hasta pasado un tiempo nadie se da cuenta de lo que has hecho, y lo cierto es que en estos casos te incumben solo a tí personalmente, teniendo luego de manera tardia el efecto mariposa, pero ,mientrastanto tu ya sientes que has hecho algo diferente con tu vida¿no?
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Por supuesto que hay grados y me refería (un algo en broma, claro) a las que no afecten a terceros. No sería el caso de Matas o Urdangarín, O las del Chapo Guzmán, por saltar el charco…
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Transgredir es emocionante, divertido, creativo, gamberro, arriesgado…
Provoca emociones y sensaciones que ayudan a darle esquinazo, aunque sea momentáneo, a la rutina y a soportar lo que detestamos o aguantar lo que simplemente no nos gusta.
Ahora bien, hay que saber hacerlo.
De vez en cuando viene bien ser el malo de la película.
Asumiendo los supuestos que se han nombrado antes y teniendo claro que a veces se sufren consecuencias inesperadas.
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¡Pero no dejes el blog!
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Menos mal que de vez en cuando alguien me inyecta moral…
Un beso
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Podría también ocurrir que persiguiendo el continuo cambio, por no caer en la rutina, se convirtiese el mismo cambio en tediosa monotonía.
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toda reiteración supongo que acarrea ese riesgo…
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Espero que no te apliques lo de la reiteración…….., pues no es el caso. Yo lo calificaría más bien como consecuente con tus ideas.
Apoyo a Mónica en lo de que no dejes el blog, pues para mí es uno de los únicos sitios donde puedo transgredir.
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Aplaudo los comentarios escritos, y más que sigas describiendo ideas que compartimos.
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Caramba publico como anónima, ¿será por lo de la transgresión?. Soy Pilar Bonilla y observo que tengo un problema en los comentarios, aparenta que no estuviese suscrita, y recibo las entradas. Besos
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Espero poder reconocerte allí donde estés. Un beso
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Qué bueno es siempre leerte, Gustavo. Un fuerte abrazo, maestro.
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Viniendo de ti, más que elogio: un ditirambo que se agradece en lo que vale.
Un abrazo
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