Los aviones de pasajeros, con inusitada frecuencia -cada minuto o poco más-, se dibujan en el cielo de Palma de Mallorca por sobre la catedral. Vistos en la distancia, a plena luz del día y desde mi terraza, se dirían gaviotas y es fácil confundirlos con ellas aunque, al caer la tarde, los reflejos del sol en el fuselaje revelen su verdadera y metálica naturaleza, subrayando a un tiempo el milagro de esos cientos de vidas allá en lo alto y pendientes ni siquiera de un hilo.
Ayer, y abstraído en su contemplación, caí en la cuenta de una coincidencia, de una asociación hasta entonces inadvertida. Cruces coronando las dos torres del religioso edificio y, entre ambas, una virgen con los brazos en alto como si quisiera abrazar el avión sobre ella. El conjunto se me figuró advocación para una feliz llegada de quienes lo sobrevolaban y que, en la distancia, se dirían los destinatarios allá arriba de la ferviente composición: esa plegaria en piedra que corona la iglesia.
Podría deducirse que, ya desde el siglo XIII, los jerifaltes de la cristiandad que auspiciaron su construcción sabían de la avalancha turística que la isla disfrutaría/padecería a día de hoy, de los millares de vuelos por sobre la casa de Dios y de ahí la composición: cruces y virgen en el lugar adecuado para procurar una travesía feliz por voluntad del Padre, santificado sea su nombre. A no ser, claro está, que la inspiración viniera después y fuesen los constructores del sobresaturado aeropuerto quienes decidieran encomendar el creciente tráfico, ya que no a sociólogos o medioambientalistas, al Sumo Hacedor, aprovechando las supuestas ventajas de ordenar los trayectos aéreos, a modo de regazo, por sobre el divino y protector efluvio catedralicio. Que también podría ser.
Algún ‘illuminato’ deduce, de cualquier pintura, estatua, edificio, etc, dirigidos hacia el cielo, que obedecían forzosamente a la visita de extraterrestres. ¿Cómo se explica que los antiguos hombres construyesen pirámides? Pues porque vinieron alienígenas. Lo que no se explica es por qué y cómo vinieron, ni tampoco (y sobre todo) por qué se fueron, ni por qué borraron la huella directa de su paso, dejándonos una cuadrilla de ‘illuminati’. (Quizá debas adentrarte en la Catedral, con espíritu catecúmeno, y abrir tu mente a esos misterios a los que tanto te resistes. A fin de cuentas, alienígenas y cristos beben de la misma fuente, ¿no?)
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Efectivamente, parecidos. ¡Y cualquiera se mete en una catedral así, sin precauciones, y expuesto a ser presa de un alienígena vestido de sacerdote…!
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Ahí si que la pseudociencia, hace de las suyas.Y puestos a eso creo que si se fueron fue por que su creación, o sea nosotros les salimos ranitas.
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Por cierto, preciosa foto la de la catedral.
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Desde cualquier perspectiva, una maravilla.
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Lo que consigue la contemplación!!. Siguiendo la tónica de los comentarios, se me ocurre que, si esos antepasados que lograron realizar maravillas, levantaran la cabeza creerían confirmado que, lo que nosotros llamamos «alienígenas», efectivamente aparecieron. Y en serio, es tan imponente, tan magnífica, que desde cualquier perspectiva es un espectáculo que no me canso nunca de saborear. Espero que hayas visitado las terrazas, porque la sensación de ver el rosetón de cerca me resultó indescriptible.Besssss
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Y desde el Baluart, cuando el sol lo ilumina por detrás… Hay que verlo siquiera una vez.
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