Y EN EL AEROPUERTO, LA TRACA FINAL

a 7     He de señalar que las dificultades e imponderables que mencioné la pasada semana, a propósito del viaje por el sudeste de Francia, no ensombrecieron el placer que obtuvimos, máxime porque ya traíamos el disfrute incorporado cuando, en el aeropuerto de Barcelona para regresar a Mallorca, la devolución del coche que habíamos alquilado nos situó, salvando las distancias, en la estela de Nietzsche; los obstáculos en nuestro camino se convirtieron en el camino y, a día de hoy, la esperanza se basa en que, habiéndolos superado, nos hayan hecho más fuertes.a 10

Aún no se había iniciado el Tsunami Democratic de los indepes, pero buena parte de la zona está en obras, de modo que encontrar la terminal y piso en que debíamos entregar el vehículo se nos hizo imposible. Un amable uniformado, metralleta en mano y al ser preguntado, nos remitió a cientos de metros atrás. Los cruces vallados, barreras por doquier y de nuevo el periplo hasta que mi mujer corrió a preguntar, mientras yo esperaba al volante, a algún conductor de una hilera de camiones aparcados en las cercanías. «¿Hertz? Si me siguen, yo pasaré por cerca y les indico». a 6. jpgAsí lo hicimos hasta que, ya de camino y en pos del camión hormigonera, le pregunté: «¿Estás segura de que ése es el camión?». Creo que sí -me respondió inquieta- y, al ratito, decidimos abandonar una persecución que tal vez nos hubiera llevado a Tarragona. O al Tibidabo, por un decir.

De vuelta y ya provistos de un ticket de aparcamiento, se nos ocurrió finalmente poner nuestra suerte en manos de un taxista. «Le seguiremos y abonaremos lo que nos pida». El hombre salió sin problemas, pero nuestro papelito solo autorizaba a detenerse allí durante quince minutos que ya habían transcurrido, así que el escaneado del recibo no surtía efecto alguno en la cerrada barrera. a 1El taxi esperando más allá y, tras de nosotros, decenas de coches recriminando con el claxon nuestra inepcia y consiguiente obstrucción de la salida hasta que -de nuevo mi mujer a la carrera- conseguimos, previo pago, un nuevo ticket que admitiera el escáner y por fin, tras el coche-guía, conseguimos dejar el de Hertz todavía con tiempo suficiente para tomar el avión sin habernos rendido. Y si les cuento de nuestras angustias en esa fatídica mañana es porque, como alguien dijo, lo fácil no deja huella. Y de paso aconsejarles que si cualquier día se encontrasen en parecida situación y mejor que al Altísimo, encomiéndense a un taxista.

Acerca de Gustavo Catalán

Licenciado y Doctor en medicina. Especialista en oncología (cáncer de mama). Columnista de opinión durante 21 años, los domingos, en "Diario de Mallorca". Colaborador en la revista de Los Ángeles "Palabra abierta" y otros medios digitales. Escritor. Blog: "Contar es vivir (te)" en: gustavocatalan.wordpress.com
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7 respuestas a Y EN EL AEROPUERTO, LA TRACA FINAL

  1. Rosario Ferrà dijo:

    Jajaja. Tienes razón, donde haya un taxista al que seguir……, es como lo que se decía antes, -donde se pare un camionero a merendar es que vale la pena- ahora debido a los precios creo que ya deben de llevar el bocata encima.
    Lo cierto es que no olvidaréis ninguna de las anécdotas, sobre todo porque han acabado bien y puedes reírte.

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  2. drlopezvega dijo:

    Hay muchos motivos para sospechar que no pocos ‘circuitos’ están diseñados por individuos que NO han seguido sus propias instrucciones. La cartelería informativa de las carreteras, un suponer, es no pocas veces de chiste. Las flechitas de los aeropuertos, otro suponer, son también de chiste, aunque sean chistes que maldita la gracia. Al parecer, los ‘ingenieros’ que dibujan plácidamente sus recorridos imaginarios nunca se han visto acogotados por la prisa, el que viene detrás con prisas, la puerta que no se abre, la barrera que no se levanta, el recodo que no se dobla ni la puta que los parió a todos ellos. Una gymcana insensata, una jodienda al servicio de no se sabe qué. La única explicación razonable es que te graban, mientras das vueltas como un hámster enloquecido, y los videos son motivo de chufla en los karaokes de Oriente. De ser cierto, no es poco consuelo saber que contribuyes a la felicidad humana, como el ‘Gangnam Style’.

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  3. Cati Colom Llado dijo:

    Seguro que el viaje fue bonito y gratificante a la vez,pero la salida a nuestra querida roqueta,fue un ir y venir je je,detras del camión hormigonera,tiquet de quince minutos,mucha suerte encontrar el taxista les sacó de los apuros.Lo sabremos para nuestro próximo viaje,siempre que alquilemos un coche,que yo prefiero que me lleven o encontrar un buen taxista,no le parece.Al menos veo que llegaron a tiempo de coger el avión,y oh que respiro !!!al estar sentado en el asiento ,y pensar en las penurias pasadas,peró seguro que no pararon de reir durante todo el vuelo,un saludo.

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  4. Pilar Bonilla dijo:

    Caray, tenías razón con ese final, os imagino en el avión respirando profundamente. Desde hace años, con lo complicado que se ha vuelto todo en ciudades grandes, para llegar con tiempo necesitamos partir con bastantes horas antes, y especialmente si hay que devolver un vehículo.

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  5. Cosas de ayer dijo:

    Imagino que es como la vida misma. Todo tránsito a ella, en ella, o desde ella tiene su complejidad.
    No nos lo ponen fácil para nacer, y eso que nos enteramos y no nos enteramos, o al menos no parece que nos queden recuerdos de ello. No es más fácil irse al otro barrio, y sigo imaginando. En todo caso y según parece tampoco se nos quedará en la memoria que dejó de serlo. Y entre uno y otro están los aeropuertos, donde nos entrenan para todo ello: llegar a tiempo; esperar pacientemente el momento; irritarse con el anuncio de una imprevista espera; no encontrar acomodo durante la misma; tener que estar pendientes del equipaje, porque salvo nosotros nadie se responsabilizará de su pérdida o sustracción; estar al tanto también del posible cambio de puerta porque este aeropuerto y ningún otro, por Dios, da información alguna al respecto. En fin un monto de posibles incomodidades para mantenernos en vilo. Para que si sales te agobies, y si vuelves sin agobios, vayas acumulando el nivel de estrés que vas a necesitar de inmediato para incorporarte de nuevo a tu vida habitual.
    Es un lugar típico de tránsito, de no estar en ninguna parte, una especie de alegoría de lo que es nuestra vida en su principio, fin y, como dice los del básquet, el tiempo de la basura, que debe ser el intermedio.
    Y antes de todo ello, como aperitivo, viene lo que nos explica con detalle. Las mil peripecias previas para poder devolver un vehículo de alquiler sin morir más que lo imprescindible en el intento.
    Aparcamientos mastodónticos de complicada salida y más complicado acceso. Qué pocos son lógicos y qué menos aún de fácil y cómodo tránsito. Y además, caray, dónde esconden el mostrador, que nunca encuentras, en el que devolver las llaves y pedir al encargado de turno, siempre ocupado cuando llegas tú con el tiempo pegado al trasero y varios kilómetros aún por recorrer hasta llegar a tu puerta, que le eche un ojo al coche para tu tranquilidad. Si, un suplicio más que añadir a nuestra vocación de vacacionar periódicamente.
    Empiezo a pensar que pasar por allí es como una especie de recordatorio constante de que polvo somos y en polvo nos convertiremos, y es por ello que, para nuestro bien, se empeñen en dejarnos hechos polvo cada vez que pasamos por lugares como esos.
    Vaya, no pensaba que estuviera hoy tan deprimido.

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    • Gustavo catalán a «cosas del ayer»: sin duda, una visión con poco optimismo respecto a la trayectoria pasada y la que nos aguarda, pero no te falta razón y hay que aguantar, ¿no? Saludos muy, muy cordiales, y espero no tener que dartelos en algún aeropuerto…

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