¿BOLSO O UN CONTENEDOR?

No hay nada más sorprendente, misterioso, irritante o seductor, lo que decidan ustedes, que el bolso de la pareja. Un acúmulo por lo general en desorden (u organizado según desconocidos parámetros) donde lo buscado por ella, motu proprio o a instancias del acompañante, se diría muchas veces inexistente. Y en el ínterin puede encontrarse, a un tiempo o alternando, el santo y la limosna. Puede tener bolsillos laterales, cremalleras y solapas interiores varias, aunque no suelan emplearse para las mismas cosas en días sucesivos por lo que, globalmente, el contenido suele consistir en un acúmulo en estratos que terminan revueltos y donde ojos y manos no aciertan en el propósito de dar con lo perseguido.

Se diría que el bolso femenino es demasiadas veces el mejor exponente del “Principio de incertidumbre” de Heisenberg, donde suele primar la ley del promedio si aceptamos, y lo afirmo por propia experiencia, que la mitad de las veces no daremos con ello y sea un bolígrafo, pañuelo, entradas o el carné. Puestos a lucubrar, nada mejor que esa alforja para entender el paradigma del caos que, como dicen los expertos, puede convertirse en orden tras el consiguiente gasto energético que supone sacarlo todo y volverlo a meter. ¡Ah de las llaves! ¡Nadie me responde? O, si damos con ellas, quizá se trate de pura casualidad ya que podrían haberse guardado en la funda de las gafas. Escuchar el consabido “Lo meto en el bolso” es, por lo anterior, algo así como recrearse en una apuesta por el azar; un remedo del permanente combate entre memoria y olvido, así que, si se pretende el hallazgo cuando necesario, mejor en un bolsillo.

Sin embargo, y por aquello de no cargar las tintas sobre almacenes ajenos, cabe también decir, en descargo del contenedor colgante, que del hurgar sus entresijos puede surgir algún que otro placer. “¡Mira lo que he encontrado! ¡Y creía que lo había perdido!”. U, otras veces, la tierna e inesperada oferta: “¡Qué bien!, una bolsita de caramelos. ¿Quieres uno?”. Visto con perspectiva, el bolso podría ser metáfora de la propia vida ya que, como en ella, ¡a saber lo que perderemos y a un tiempo lo que podremos conseguir! En esa línea, andar junto a su bolso supone, a más de cierta ansiedad, asumir que nada es definitivo o que sólo tras el esfuerzo puede conseguirse la recompensa. Considerado así, bolso y sus avatares como herramienta educativa, ¿no les parece?

Acerca de Gustavo Catalán

Licenciado y Doctor en medicina. Especialista en oncología (cáncer de mama). Columnista de opinión durante 21 años, los domingos, en "Diario de Mallorca". Colaborador en la revista de Los Ángeles "Palabra abierta" y otros medios digitales. Escritor. Blog: "Contar es vivir (te)" en: gustavocatalan.wordpress.com
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7 respuestas a ¿BOLSO O UN CONTENEDOR?

  1. Birgitta Olin Quetglas dijo:

    gracias .por tus apuntes en el tema.. aquí mi conclusión :no más bolsos inútiles, limitar su peso y contenido pero sin renunciar a la estética pues no me imagino que la mujer sin su bolso se sienta cómoda del todo.
    A disfrutar del verano que nos queda !
    Un abrazo

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  2. Disfrutar y con algo menos de calor… Un abrazo, Birgitta.

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  3. Cati Colom Lladó dijo:

    Nada de bolsos como contenedores,que la verdad es así yo particularmente no puedo salir sin el bolso,es mi total compañero, creerá que me da algo de seguridad y cuanto mas grande mejor,eso sí,meter la mano y salir todo meno lo que estas buscando ,tambien es verdad.En fín y si pasáramos a llevar como nuestras madres o abuelas la carterita en la mano y las llaves!!.Eran otros tiempo ,saludos D.Gustavo.

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  4. Pilar Bonilla dijo:

    Bravo!, y genial lo del «principio de la incertidumbre». Hay variedad, lógicamente, y ves disparates cómo si se fueran de viaje, y otras veces el minimalismo. Eso sí, más de una vez ayudas a un hombre que ni un simple kleenex. Lo que no se te ocurra a ti 😉

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  5. Esta tarde pediré algo del bolso y a ver qué pasa… Besos.

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