Soy reticente en defender la “igualdad de géneros” porque la diversidad de los mismos nos brinda distintas oportunidades al referirnos a ellos; en el género textil, lana, seda o algodón según el uso que queramos dar al tejido en cuestión, y por lo que hace a los géneros literarios, no cabe confundir, en pos de la igualdad, ensayo con novela negra por un decir. Por esa polisemia del término, me decantaría por la defensa de la igualdad entre sexos, dado que apunta con mayor precisión a lo que pretendemos, no cabe pensar en mercancías y así ocurría cuando en las mujeres (nombradas por lo general así, y no como género femenino) recaía una represión explícita de la que aún, para vergüenza de todos, no se han librado por completo.
Según Aristóteles, las mujeres no tenían alma, y para Eurípides eran “maestras del mal”. En este país, el acceso de ellas a la Universidad sólo fue posible desde 1910, y el voto de la mujer, vetado hasta 1931; una usurpación del derecho ajeno – eso es el machismo en palabras de Plinio Mendoza – cuyos flecos todavía persisten. Sin embargo, para enfrentarlo con la meta de terminar de una vez con él, creo que la terminología no es el principal obstáculo. Lo de “género” o “sexo” no pasa por mi parte de digresión con tintes de humor, pero asistimos en los últimos tiempos a cambios en el léxico que, en mi criterio, no hacen sino poner el acento en lo accesorio, y es que modificar o añadir pronombres demostrativos a los admitidos como inclusivos (en castellano, se acepta alguna terminología masculina con significado genérico) , entre otras recientes tendencias, únicamente resta atención a esa igualdad social que es la meta pretendida entre géneros/sexos. ¿O habrá que distinguir también, en un próximo futuro, entre “sexos” y “sexas”?
En otras ocasiones se evita el masculino genérico y muchos añaden un femenino para no ser tildados, supongo, de machistas soterrados/as. Así, oímos “Nosotros y nosotras”, “Ellos y ellas”… Pero en este caso suelen empezar por los varones cuando, por hacer patente su intención, deberían la mitad de las veces cambiar el orden o en todo caso añadir, por conseguir mejor equilibrio intersexual, un “viceversa”: “Todos y todas o viceversa”.
En cuanto al “todes” o “elles”, con tal de no dejar a nadie relegado, quizá estén de acuerdo en que podría
tratarse de tonteríes para la galeríe y esa parece ser la opinión de la RAE. Y aunque pueda parecer impropio, tras todo lo anterior me ha venido a la cabeza La chica yeyé, conocida canción de la admirada y recientemente fallecida Concha Velasco. Imagino que en ese caso no se trataba de reivindicar otro “género”, sino que quizá quiso evitar que de ser “chica yaya” fuese identificada con una abuela o, si “chica yoyo”,
con el consiguiente juguete de dos rueditas y cordón. Para finalizar, ahora sí, mis disculpas para aquel/aquella que se haya podido sentir molesta/o por unas opiniones que, como otras muchas, se asientan en la incertidumbre.

Me ha provocado una buena carcajada de buena mañana.
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Voy a permitirme un comentario: en la decada de los años 70 si una mujer iba al banco a pedir un prèstamo la primera pregunta que se le hacia era si estaba casada y si la respuesta era positiva se le comunicaba que tenia que firmar su marido bajo la leyenda en el documento de una corta «con mi autorizaciòn» si no firmaba no habia prèstamo.
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¡Control! Y en un reciente viaje me han dicho que, en una calle, el letrero rezaba: «Prohibida la entrada a animales y mujeres! ¡Toma ya!
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Gustavo , en el siglo XXI tenemos que ver y soportar hoteles que en el momento de hacer la reserva te sale el letrerito de marras que dice » no se admiten mascotas ni niños» Vergüenza !!!
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No aprendemos…
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Gustavo, lindo artículo, un abrazo de Uruguay. Guillermo M.
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Guillermo: un fuerte abrazo. Y otro a Rosita.
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