Sin haber terminado todavía con la Covid-19 y consiguiente inquietud, nos ha sobrevenido esta rara enfermedad, sólo endémica en Africa central-occidental. El agente causal no es desconocido como era el caso del SARS-CoV-2, sino por un virus del que se sabe desde 1958 y el cual, de no ser adecuadamente tratado, podría resultar letal entre el 3-10% de los infectados.
No obstante, se ha dispuesto de mucho tiempo para conocer cómo se disemina y verificar su sensibilidad a determinados medicamentos. También se ha constatado que la vacuna contra la viruela –recibida durante la infancia por la mayoría de adultos con más de 50 años- ofrece una protección superior al 90%, de modo que para esta nueva afección estamos en mejor situación. Por lo demás, la transmisión sólo ocurre en situaciones de estrecho contacto físico y, a diferencia de la Covid, el ya afectado sólo contagia cuando presenta síntomas (el periodo de incubación dura entre una y tres semanas), de modo que evitar el contacto en caso de rash, ampollas en manos, pies y mucosas o fiebre sospechosa, disminuye sustancialmente el riesgo. En cuanto a los animales portadores, usualmente se trata de roedores, raros en el entorno urbano, mientras que los monos, que dan nombre a la enfermedad, no son los reservorios habituales.
Hasta ahora, se han reportado en España más de 700 infectados (la mayoría varones), lo que sitúa a nuestro país a la cabeza en Europa en cuanto a incidencia junto a Inglaterra, Portugal y Alemania, aunque a día de hoy no se ha comunicado ningún fallecimiento. Hubo constancia anteriormente (2003) de unos 70 casos en USA, por primera vez fuera de África y debido a ratas importadas de Gambia que trasmitieron el virus a perros de las praderas y de estos a humanos, pero ninguna diseminación como la actual, al parecer iniciada por un británico que viajó a Nigeria y quizá contrajo la infección a través de un animal salvaje.
A partir de entonces, tal vez el virus haya podido mutar y aumentar su capacidad infectiva al igual que hemos conocido para el virus Covid en los dos años pasados, aunque no se hayan demostrado hasta aquí cambios sustanciales en el genoma del agente causal.
Otra preocupante hipótesis sería que la disminución de la inmunidad colectiva que pudiera haber producido el aislamiento por causa de la Covid (aumento de la distancia social, lavados más frecuentes, mascarillas… y en consecuencia reducción de la exposición a patógenos varios), hubiera hecho a la población más susceptible a diversas infecciones, ésta u otras, como efecto indirecto de la pandemia sufrida. Esperemos que ello no ocurra y, en cuanto a la viruela de mono, probablemente desaparecerá a corto plazo, precisamente por las dificultades de transmisión descritas y el conocimiento general sobre formas de contagio, sumado a la eficacia de la vacuna específica y medicación varia para reducir la gravedad en los afectados.