En mi opinión, los noticiarios inducen, cuando
escuchamos o leemos, a transformar nuestro día en noche que se antoja la última: un anticipo del fin. Consiguen sumergirnos en la angustia, e ignoro si lo hacen de forma involuntaria o se trata de estrategia capitalista para, en los intervalos entre esos descorazonadores sucesos que mayoritariamente describen, inducirnos a una actividad compulsiva: trabajar más, sin descanso, como el mejor modo de huir y olvidar lo que sólo es parcial anuncio sobre cuánto de terrible queda por venir.
Hay sucesos y situaciones que invitan al optimismo, por supuesto, pero no suelen ser frecuentes entre ese aluvión informativo con que nos desalientan.España es la 4ª economía europea, vivimos más y nuestro sistema sanitario se cuenta entre los mejores del mundo, pensiones consolidadas, avances sustanciales en el tratamiento de los cánceres, las mujeres van alcanzando un status de igualdad… Pero lo que prima no son datos que procuren satisfacción o cuando menos tranquilidad, sino todo lo contrario.
Las aguas del mar se calientan, el hielo se derrite y la sequía convertirá a no tardar el planeta en un desierto esférico; la Covid podría ser anticipo de las terribles pandemias por venir, asesinatos detallados, violencias sin cuento y hasta apagones masivos o el robo del cobre quizá sean oscuras estrategias de quienes gobiernan o así lo han sugerido algunos. Muchas especies en peligro de extinción y los inmigrantes, de vuelta a casa si no se ahogan. Amenazas nucleares en el horizonte, miles de niños masacrados, alquileres inasumibles y aranceles como bofetadas. Aunque tengamos un nuevo Papa. ¿Con él en candelero, respiran ya mejor?
Porcentualmente, la información no induce a la esperanza por más vueltas que le demos, socializar será contribuir a la insoportable masificación, y buscar un rayo de luz es empresa cada día más difícil. ¿Podrían planearse inversiones otras que en defensa, en el domicilio algo mejor que un kit de supervivencia, y sugerencias alternativas desde otros cerebros que los de Feijoó y acompañantes? ¡Pero si hasta el vagabundeo de la imaginación choca con Trump (Tramp = vagabundo en su idioma), Putin o Netanyahu! Y para postre, ¡Melon-i!
Frente a todo ello, ¿qué actitud adoptar? Porque mirar hacia otro lado nos llevará a más de lo mismo, y con la constante indignación se hace difícil alcanzar la deseable serenidad, lo que podría explicar que en este país ya sean más de cuatro millones los diagnosticados de depresión. Tal vez, como dijera alguien, sólo nos quede cantar. Responsos, si hemos de atenernos a la mayor parte de lo que nos transmiten.