Saben que el tal GPT, es un tipo de inteligencia artificial (I.A) en constante mejora para responder a cualquier pregunta con coherencia, traducir, interpretar datos… y redactar. A esto último me refiero cuando constaté hace unos días que, tras sugerirle un tema y determinada extensión, podía escribirlo en cuestión de segundos y en principio mejor de lo que yo podría haberlo hecho tras horas de concentración.
Bien es cierto que después de leerlo habría cambiado alguna frase, eliminado palabras o modificado el curso del relato, pero la impresión, de entrada, fue devastadora para mi egolatría de escritor con supuestos recursos, y caí en la convicción – espero que transitoria – de que, a no tardar, seremos incapaces de discernir si el texto entre manos es obra humana o de la máquina.
¿Podremos seguir en la idea de que escribimos para encontrarnos, si la I.A nos supera sin emoción alguna de por medio? ¿Cómo buscar la diaria salvación por la palabra (Tomás Segovia), si ésta es manejada con igual o mayor habilidad por un programa informático? Y si uno no se basta y por eso escribe, ¿llegará el tiempo en que recurriremos a él como sanador de dudas, aunque nos suplante?
Al tiempo que digería su escrito con admirada estupefacción, me di a suponer lo que está por venir si no ha llegado ya. Nuestro mundo va a cambiar hasta extremos todavía por imaginar, porque vamos a ser sustituidos en numerosas áreas y probablemente con mejores resultados.
Se tomarán medidas en distintos ámbitos (sanidad, educación…) con elaborados criterios de mayor eficiencia, se acabará la privacidad y muchos empleos serán ejercidos por los aparatos para ellos diseñados.
Por lo que hace a la creatividad, ¿el arte salido de cerebros artificiales, y el libro seductor quizá elaborado por un mediocre con la ayuda del Chat? ¿La creación a través del algoritmo, y la autoría un mero recurso de mercado? Entre ese aluvión de dudas, nada mejor que volver a Miguel Hernández para predecir que cuando alguien siga queriendo ser trueno, en semejante contexto quedará en sollozo.
El caso es que, tras mi primera experiencia con el ChatGPT, creo que no volveré a utilizarlo para expresarme (les aseguro que en este post no ha intervenido) porque, en otro caso, ¡adiós a mi afición! Me embarga la idea de que terminaría convertido en un copista, y de ahí al psicólogo, un paso. Cosa distinta va a ser que al leer un nuevo libro me pregunte si acaso podré adivinar si ha habido algo más, inhumano, tras ese alguien que lo firma.
Apreciado Gustavo
no me sorprende nada la decisión tuya! Dejarse en manos de la inteligencia no es lo tuyo! Te felicito!
un saludo y que llueva todos los aplausos!
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¿Quién está bajo el anónimo?
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Capaz que luego de publicar un libro, el supuesto Chat te haga un juicio por plagio, ya que guarda todo lo que le preguntas, si por acaso lo que te contestó aparece en tus líneas… 🙂
Guillermo M.
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¡Sólo faltaría acabar en los tribunales…!
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