España es uno de los países con mayor esperanza de vida y el segundo con la población más anciana de la Unión Europea. Aproximadamente el 20% de sus habitantes superan los 65 años (de no cambiar las circunstancias, será de un 35% en 2050) y un 6% estarán por encima de 80. Son cifras para la satisfacción, aunque a un tiempo lleven aparejada cierta preocupación porque la edad provecta requiere mayores cuidados y conocemos que, llegada la vejez, cualquier cambio es a peor: aumenta la frecuencia con que se precisa de atención primaria – actualmente el tiempo en los Centros de Salud dedicado a ellos ya supone el 50% -, y
las hospitalizaciones conllevan estancias más prolongadas o el ingreso en unidades de cuidados intensivos, cuando es obvio que la red asistencial no puede convertirse en un reservorio de ancianos que impida mayor eficiencia para todos.
Y por seguir cuesta arriba, el gasto sanitario sobre el PIB en este país, sobre el 6.7%, nos sitúa por debajo de la media europea, de modo que con el crecimiento de la demanda que supone el envejecimiento, estamos asistiendo a situaciones de colapso en la red pública que inducen a echar mano de centros privados con creciente frecuencia.
De todo ello se deduce la urgente necesidad de hallar alternativas para el adecuado cuidado de los mayores sin que ello comprometa los recursos y haga de los hospitales públicos, de mayor coste, habitáculos de larga estancia.
Como solución, la inversión estratégica en centros sociosanitarios de atención intermedia (escasos en cualquier Comunidad a excepción de Cataluña, que dispone actualmente de cerca de un centenar de ellos, con unas 9000 camas), mejor dotados, y potenciación de la atención primaria y domiciliaria; una externalización que implicaría, amén de espacios suficientes, aumentar del número de médicos y personal de enfermería, a día de hoy bajo mínimos. Se trata de un futuro, dado el aumento de la longevidad y sus problemas asociados, que debiera afrontarse con decisión y claridad de ideas, aunque para ello sería preciso un consenso político que, visto lo que viene sucediendo, me temo que va para largo. Entretanto, la vejez como logro y también un problema para la actual organización sanitaria, con inversión insuficiente y, demasiadas veces, falta de soluciones.
Tot i estar d’acord amb el teu plantejament del problema, discrepo d’alguna de les frases del teu comentari: “la xarxa assistencial no es pot convertir en un reservori de gent gran que impedeixi més eficiència per a tothom” Aquesta afirmació es pot interpretar malament com si la gent gran posés una barrera a l’atenció sanitària dels més joves. Tampoc no crec encertada la paraula “reservori”, que en biologia es defineix com una població que allotja de forma crònica un patogen d’una malaltia sense patir-la i que es pot propagar com a epidèmia. Finalment quan dius que les situacions de col·lapse a la xarxa pública indueixen a recórrer a centres privats, cal tenir en compte que aquesta opció la té una minoria de la població i per tant no pot ser una solució per a tothom. Una abraçada Juli
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Bueno…
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Matices para el debate… Una abraçada.
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Hola, Gustavo, buen trabajo, me alegro de saber que aún
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todavía…
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