Conforme se avanza en edad, el acúmulo de los mismos crece y, a un tiempo, pasiones y tristezas del ayer se dirían muchas veces en conserva: soterradas hasta que algo, a veces un inesperado detalle, despierta un fragmento que puede llevarnos de nuevo a aquel sentir de tiempo atrás, y nuestra identidad hallar un báculo para regresar a lo que se vivió entonces con intensidad. En mi caso, ello sucede al escuchar ciertas canciones, y en concreto hay cuatro (quizá próximamente se añada alguna más) que me devuelven a sensaciones, plenitudes o dolores que en la cotidianidad permanecen – afortunadamente, en algún caso – en la trastienda de la conciencia.
Para remover de mi lejana adolescencia el placer de haber crecido cerca del mar, y ya entrado en aquella juventud de seguridades y posicionamientos, para revivir la creencia en la posibilidad de cambiar el curso de la historia, hay dos que podrían devolverme a la memoria, por remedar a Machado, el don preclaro de evocar los sueños. Los míos de entonces. La primera de ellas, El Mediterráneo, de Serrat: Llevo tu luz y tu olor por donde quiera que vaya / y amontonado en tu arena / tengo amor, juegos y penas…
Después, y bajo la bota del franquismo, nadie mejor que Víctor Jara con su Vientos del pueblo: De nuevo quieren manchar / mi tierra con sangre obrera / los que hablan de libertad… Son canciones cuyo significado, al escucharlas, se expande hasta hacerme sentir de nuevo instalado en aquel pasado de expectativas y entusiastas adscripciones que esparcen el corazón / y me aventan la garganta.
Sin embargo, hay otra, Madre, de Rocío Jurado, que no puedo escuchar sin un dolor que a punto está, alguna vez, de humedecerme los ojos. La mía se fue hace ya más de veinte años, pero me veo aún reflejado en sus palabras: Algo se me fue contigo / Madre / Algo siento que me falta / Madre / En la tierra que tú abonas / Madre / algo mío te acompaña /Madre… Por seguir con los finales y pensando en el mío, hace ya años que decidí instar a mi esposa para que, de fallecer yo antes, hiciera sonar la canción de Aute junto a mi cadáver: Presiento que tras la noche / vendrá la noche más larga / Quiero que no me abandones / amor mío, al alba…Como supongo advertirán, algunas se vienen con entrañables recuerdos y a otras las remueve el mal tiempo.
En cualquier caso, todas ellas, con seguridad, me seguirán acompañando porque se han convertido desde tiempo atrás en referentes ocasionales de mi trayectoria y, de esconderse en el cajón de los olvidos, iré a por ellas si así me lo pide el estado de ánimo cuando me dé por pensar (quiero creer que de uvas a peras) en mi fallecimiento, el de mi madre, una puesta de sol sobre el marino horizonte o las perspectivas de futuro que nos vendan desde Trump a Abascal.
Algunas canciones airean
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Toda la razón, me parece.
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