LAS MEDALLAS Y SU OPORTUNIDAD

medallaMuchos comportamientos merecen del reconocimiento corporativo o social y nada que objetar, sino todo lo contrario. Sin embargo, no dejan de sorprenderme algunos homenajes, y las condecoraciones aparejadas, por lo que no han sido otra cosa que accidentes o consecuencias de una actividad libremente elegida y, en dichas circunstancias, la escenificación tiene bastante de teatro y un algo de injusticia, siquiera por comparación respecto a otros con mayores merecimientos aunque menos padrinos.

Todo viene a cuento de lo conocido en los últimos días y que ha actuado como disparadero de estas líneas. Se condecora al policía que falleció en accidente cuando transitaba en bicicleta con su hijo y, quiero suponer, fuera del horario de servicio. medalla-2En otras ocasiones, al muerto en un atentado o a quien -me refiero a uniformados- , en el ejercicio de responsabilidad, ayudaba, salvó, evitó…Y bien está la cruz de colores varios o la medalla al mérito para los heroes: esos que se exceden en su función en bien de los demás y que no tienen empacho en arriesgar la vida e incluso perderla por solidaridad y sin mediar salario u obligación. Pero si va a premiarse el cumplimiento del deber o la mala suerte, el espectro de quienes merecerían por lo menos igual trato va mucho más allá y no debiera restringirse al ejército o cuerpos policiales que, cuando deciden imponer la condecoración con distintivo equis a alguno de sus miembros, concitan también la asistencia de políticos y otras autoridades civiles.

medalla-5El caso es que, con parecidos baremos, habría que homenajear a cualquier trabajador víctima de accidente laboral, a la enfermera contagiada durante el ejercicio de sus funciones o al oficinista que sufrió un paro cardíaco a resultas del sedentarismo a que venía obligado por sus muchas horas diarias tras la mesa. Por extensión, debiera imponerse la chapa a esos cientos de miles que logran sobrevivir sin empleo y víctimas del establishment; medalla-4al conductor del autobús que logró frenar a tiempo o esos otros que todavía yacen en las cunetas. En cualquier caso -y me dejo en el tintero una retahila-, todos con iguales o mayores méritos que el atropellado de la bicicleta (pobrecillo) o el soldado profesional muerto en combate y un final sin duda lamentable, aunque vaya en el oficio. Al igual que el obrero que cae del andamio y para el que no habrá homenaje póstumo que valga.

Acerca de Gustavo Catalán

Licenciado y Doctor en medicina. Especialista en oncología (cáncer de mama). Columnista de opinión durante 21 años, los domingos, en "Diario de Mallorca". Colaborador en la revista de Los Ángeles "Palabra abierta" y otros medios digitales. Escritor. Blog: "Contar es vivir (te)" en: gustavocatalan.wordpress.com
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4 respuestas a LAS MEDALLAS Y SU OPORTUNIDAD

  1. Rosario Ferrà dijo:

    Creo que una vez ya salió este tema a la palestra y si, tienes razón, todos deberíamos ser iguales, lamentando muchísimo lo que le sucedió a ese hombre pues en ese momento hacía de padre y vio truncada su carrera como tal, dejando a un niño, por culpa de un conductor indecente, totalmente traumatizado.
    Hoy en día se dan medallas , desde mi punto de vista, para cubrir el expediente, pues lo que esa viuda necesitará con toda seguridad será una pensión decente para sacar adelante a su familia, y la medalla por más que la venda, si tuviera necesidads no le dará para ello.

    Pragmátismo excesivo?, quizá, pero la vida es larga, y la ayuda corta.

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    • drlopezvega dijo:

      La falta de ponderación -ese bien tan escaso- explica que haya ministros que condecoran a la Virgen, y vecinos que aplauden al paso de un féretro (?), y homenajes incluso públicos por razones del todo inoportunas. A veces se trata de premios en metálico, como el malhadado Príncipe de Asturias, que se concede con criterios absurdamente mudables.

      Eppur… Leía recientemente un estudio sobre el efecto de distintos estímulos en la productividad de ciertos equipos de trabajo. El incremento salarial sirve, pero de forma muy breve (a la larga, relativamente pronto, se convierte incluso en negativo). Sin embargo, el elogio, el puro reconocimeinto público de que haces algo bien, ejerce un impacto más positivo y sostenido. Visto así, en fin, tampoco vamos a hacer sangre por una medallita más o menos. Todo es asquerosamente efímero…

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  2. Efectivamente, la priorización adecuada es todavía un tema pendiente en este país.

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  3. Si cuando menos los homenajes y medallitas alegran a los vivos, nada que objetar excepto sugerir que se ampliase el espectro de agraciados (difuntos) sin que sea importante que hayan vestido uniforme. También podría valorarse el simple mono de trabajo de cara a la concesión…

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