A diferencia de los reyes de España, sin otra dádiva que no sea la de un discurso de Nochebuena del que gustosamente habríamos prescindido muchos, los Magos obsequian con tres días que convendrá disfrutar a tope porque los asuetos largos van a escasear en lo sucesivo. Es la intención de un Gobierno que pretende aumentar la productividad, instado por los empresarios, a costa de suprimir hasta donde se pueda esos festivos que, de caer en jueves o martes, propician el puente y unos días para la escapada o, si más no, para contemplar el entorno con distintos ojos.Este fin de semana, y de persistir los aguafiestas en sus intenciones, será un regalo de Reyes que puede tardar en repetirse y justificaría tanto la adoración de los mismos como afirmar que cualquier tiempo pasado fue mejor, como gustan decir los llegados a la tercera edad y con toda razón si, en la primera o la segunda, se dan motivos sobrados para la añoranza de otros modos de mejorar el PIB sin el concurso del currante y su tiempo libre.

No me parece que esa monocultura de la productividad, que quiere enseñorearse de nuestras vidas, deba también hacer tabla rasa con la posibilidad de tomarse un respiro de vez en cuando. Quizá el deseo del filósofo Duchamp -«Espero que haya un día en que se pueda vivir sin tener la obligación de trabajar»- tarde en hacerse realidad, pero debiera haber un término medio entre eso y el agobio que planean; entre vivir sin dar palo al agua, a cuerpo de Rey, o pasar sin transición a un «Del rey abajo, ninguno». Y a fastidiarse. Por ello, si los Magos de oriente pudieran hacer algo al respecto como parece sugerir su festividad en viernes, convendría agradecérselo de modo explícito durante la cabalgata de esta noche. Después, y a partir del lunes, será cosa de ver qué dicen los Sindicatos, ya que de los Partidos políticos cabe esperar poco por andar más ocupados en sus conflictos intestinos -¡Vaya intestinos!- que por el futuro de los sufridos votantes.