Suelo pasear, por Palma de Mallorca, junto a la playa en dirección al Portixol, y no hay día que pueda evitar pensar en la contradicción que supone escuchar por la radio a tanto indignado reclamando limpieza, cuando son muchos de sus conciudadanos los que han hecho del entorno un vertedero, sin que haya voluntad alguna -tampoco la policía local y no hablemos por lo que hace a los políticos de turno- de poner definitivo remedio. Que se podría, naturalmente, porque sabemos quienes y cuándo dejan cualquier plaza intransitable o convierten el Paseo Marítimo en muestrario de envases.
¿Ruidos? Ocupamos el segundo lugar en el mundo -tras Japón, según leí- en lo que concierne a agresiones sonoras y todo cuanto hacen los vigilantes es aparecer unos minutos en el local nocturno para, en cuanto se van, de nuevo los decibelios taladrando los tímpanos. Y durante el día o de madrugada, motos a todo gas como mejor modo de reforzar el ego del conductor a costa del vecindario, resignado. Cuestiones de fácil arreglo, pero es más sencillo para los poderes públicos coincidir con Séneca cuando advertía que se habla de un modo y se actúa de otro. Y quizá haya en algunos casos contrapartidas que fomenten el cuidado de las apariencias por sobre la efectividad.
Dejan libres a los de la manada o a quien arrolla a un grupo de ciclistas por triplicar la tasa de alcoholemia, aunque puedan penalizar a alguien por matar un gato. Mucho hablar del cambio climático pero lo que se publicita en los medios son los vehículos a motor y, de buscar la coherencia, mejor quedarse en casa y practicar la introspección por ver de mejorar siquiera la propia. Aunque servirá de poco porque seguimos, junto al progreso tecnológico, con el progreso de caprichos cuando no de conveniencias o inconfesables intereses en cuanto a polución, estruendos y basura. Paradojas, en suma, que se dirían inmunes y sólo con las inútiles rabietas como enemigas. La cantilena debe ser, en cualquier lugar con problemas semejantes, que ya lo arreglará quien venga detrás. Y así seguimos.
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Buaaa he borrado lo que había escrito. Te contaba que, por mi parte, he optado por el camino que expones, la introspección. Es todo tan abrumador, y tan brumoso, que me resulta agotador seguir el ritmo que nos rodea. Hedonismo, cuidar a los míos, colaborar económicamente a quienes ponen sus brazos por mis ideales, y algunos etcéteras más. Aunque no dejo de seguirte y que celebré tu artículo mil con mucho agradecimiento. Besossssss
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Que gente como tú me lea siquiera de vez en cuando, es el mejor estímulo para seguir con el boli, te lo aseguro. Un beso y muchos más.
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Imposible no seguirte, y no es por el cariño que te tengo. Sencillamente el estímulo que dices nos lo das a tus lectores. Por cierto, además de básquet también he llevado tacones…ejem. Muaskkkkkkk
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No puedo decir lo mismo. Tal vez, en una reencarnación… si no me caigo nada más empezar, claro…
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Ya lo titulas: contradicciones y paradojas, y en el caso de los tacones creo que tu artículo era lógicamente masculino y científico, aunque no sabes los divertidos que pueden ser y si te reencarnas no te los pierdas, eso sí con los deberes hechos por favor, no sea que nos encontremos y me lo reproches.
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