La recriminación más lesiva que uno/a puede hacerse, es no haberlo intentado con uñas y dientes hasta el final. El proyecto que sea, porque no hay mayor pesadumbre, guardada en la memoria incluso a nuestro pesar, que fracasar por propia voluntad. No persistir, renunciar a lo que otrora nos seducía, abdicar salvo imperiosa necesidad y no estar entregado a lo que pretendíamos, restará un algo del propio respeto y, por añadidura, es muy posible que alimente el mal humor y haga del sueño una duermevela trufada de contradicciones.
Para decir quienes somos sin hipocresía, la mirada firme y aunque sea con algo de adanismo, convendrá andar con la mochila vacía de frustraciones autoimpuestas. Encima, tenemos ejemplos sobrados de quienes no vacilaron o siguen en ello, y por ceñirme a algún que otro escritor, ya que estoy con el teclado de por medio, recordarán la disciplina de que hacía gala Flaubert, Borges o las 12 horas que según dijo Lobo Antunes dedicaba diariamente a la obra inconclusa. La convicción de que la propia justificación implica renunciar al abandono, ha sido repetidamente señalada en frases de célebres autores desde la más remota antigüedad y que se citan con frecuencia al abordar el tema; Séneca y su “Encuentra un camino y hazlo”, para seguir con el “Mejor quemarse que oxidarse” de Neil Young o su equivalente –Wittgenstein-: “Es preferible caer muerto por el esfuerzo que reventar lamentándose”.
Y las hay hasta decir basta: “No puedo seguir. Voy a seguir” (Beckett), “Si vas a intentarlo, que sea hasta el final”, recomendaba Bukowski, o la más reciente del exitoso Aramburu con su liberadora afirmación: “Si hace falta, me salvaré en el fracaso”.
Sin embargo, y pese a estar básicamente de acuerdo con lo expuesto hasta aquí, no puedo por menos que incluir excepciones a la regla cuando leo o escucho a buena parte de nuestros políticos y algún que otro comentarista. Se me ocurre entonces que algunas dejaciones, rendiciones, podrían beneficiar a la mayoría, lo cual lleva a pensar que tal vez la persistencia no sea en todos lo deseable más allá del orgullo que embargue al protagonista y, en ciertos casos, la capitulación merecería de un colectivo aplauso agradecido. Llegados aquí, sólo espero no formar parte de esa lista. Aunque probablemente no me daría por enterado, como les ocurre a los más.
Siempre cuando tienes la cosa en mente,intentarlo con uñas y dientes aunque cueste . Bonitas frases las suyas»»si vas a intentarlo que sea hasta el final» etc etc.Un saludo.
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En lo personal, te comenté en alguna otra ocasión, que he sido muy cabezota y exigente conmigo misma, y más que cualquier aparato con esos manuales que ni se entienden me rete…eso ni pensarlo, y me han costado muchas horas y disgustillos.
En absoluto te veo incluido en esa lista. 🙂
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Y si me incluyen, me haré el despistado…
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Vaya, porsiaca ya sales Anónimo…Je,je,je
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