SOLEDADES

                      Decía Marlow, en la novela El corazón de las tinieblas, que vivimos igual que soñamos: solos. Tras recordar su afirmación, no puedo por menos que dedicar este rato a escribir sobre una soledad que, buscada o impuesta, llega a impregnar muchos tramos de nuestro tránsito hacia el obligado final que podrá ser también dual: solos o en compañía. Entretanto, se antoja obvio distinguir entre el retiro interior o la incomunicación con nuestros semejantes y, en ambos casos, a veces por elección u otras debido a situaciones ajenas a la propia voluntad. Pero antes de seguir con el tema quiero subrayar que, en mi opinión, cualquiera podría meter la cuchara en parecidas divagaciones con igual autoridad o experiencia que la mía.

                      Rodeados de silencio y únicamente en compañía de uno mismo, es más fácil el viaje por la memoria, la construcción de ensoñaciones varias e incluso el explorarse en busca de las esencias que pudieran definirnos. La experiencia introspectiva tiene desde la antigüedad valoraciones dispares, y podrá ser asumida por las contrapartidas que ofrece, o suponer castigo cuando no es meta elegida sino accidente. En esa línea, cabe ensalzarla (“Cuando estoy solo, no estoy solo, estoy conmigo mismo”, puntualizaba Octavio Paz. “La soledad que uno busca no se llama soledad”, reza el epitafio en la tumba del poeta Pedro Garfias) o, por el contrario, denostar de la misma y así se constata en palabras de Malraux: “El peor sufrimiento está en la soledad que lo acompaña”, o al advertir Nietzsche que “Nadie enseña a soportar la soledad”.

                     Por lo demás, más allá de nuestra voluntad en uno u otro sentido: recluirnos para pensar y pensarnos o preferir la socialización, siquiera de vez en cuando, por ganas de trascendernos, lo cierto es que se viene comprobando un entorno cada vez menos proclive a las supuestamente enriquecedoras relaciones interpersonales, con el resultado de que el aislamiento sería cada vez con mayor frecuencia una experiencia inevitable, y la tecnología viene jugando un creciente papel en las barreras que nos separan de los otros. Horas frente a las pantallas de ordenadores en casa o la oficina y móviles por doquier, al punto de que los conocidos ya no te ven ni saludan y, cuando reunidos, cada quien a lo suyo. Eso si no te cruzas con esos de auriculares y que se diría hablando solos. Las pelis en TV, a los cines poco y, los desplazamientos, en las tradicionales cáscaras de cuatro ruedas o a toda velocidad y con el patinete por las aceras.

                  Ya nadie ladra al silencio en la España vaciada, pero el incremento poblacional de las ciudades sólo ha resultado en compendio de ruidos en vez de voces amigas, y cuando tranquilidad, la de los “no lugares”, cada vez más numerosos. Llegados aquí, para qué decir cuando en la tercera edad los deseados cuidadores/as sean suplantados por robots, como se anuncia. La soledad se va imponiendo, pese a quien pese, y nos coloca en la tesitura de tener que decantarse por la alternativa que ya propuso Aristóteles: para vivir solo, hay que ser un animal o un dios. De llevar razón el antiguo filósofo y tal como andan las cosas, lo vamos a tener crudo si no mudamos en dioses o bestias a no tardar.

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About Gustavo Catalán

Licenciado y Doctor en medicina. Especialista en oncología (cáncer de mama). Columnista de opinión durante 21 años, los domingos, en "Diario de Mallorca". Colaborador en la revista de Los Ángeles "Palabra abierta" y otros medios digitales. Escritor. Blog: "Contar es vivir (te)" en: gustavocatalan.wordpress.com
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8 Responses to SOLEDADES

  1. Avatar de Rosario Ferrà Rosario Ferrà dice:

    Es curioso lo de la soledad, que cuando no puedes tenerla deseas unos minutos con ella y cuando la tienes siempre ahí pues como que desearías que no fuera tan extensa.
    Traducido del catalán sería, entre poco y demasiado la medida pasa.Vamos, que lo bueno si poco dos veces bueno.

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  2. Rosario: absolutamente de acuerdo.

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  3. Avatar de Desconocido Cati Gallardo dice:

    Innumerables humanos, están en esa tesitura llamada soledad, y tristemente para muchos, es poco llevadera, tal vez por no haber tenido tanta, ahora es dura de pasar, sobre todo al tener muchos años, parece que los aparquen, y esperar es último viaje, pero hay una soledad, que enriquece, la buscada y que se disfruta de ella, el silencio. Hacer lo que apetece, leer, escuchar música, incluso disfrutar del silencio, que aporta relax, sumergirnos en los recuerdos de otros tiempos, llenos de bullicio, como decía mi abuela, saborear, lo que hacía, revivir momentos gratos ya lejanos, es alimentar el alma con aquellos recuerdos que no volveran ,pero que guardamos con esmero, y nos alegran,
    La soledad impuesta es triste, y angustiosa, pero si es deseada y puede regalarnos calma, soñar, revivir de nuevo aquello que con celo guardamos en nuestros recuerdos….

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  4. Cati: como bien dices, entre la soledad buscada y la sobrevenida, hay una abismal diferencia en lo que hace de nuestro interior…

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  5. Avatar de Cati Colom Llado Cati Colom Llado dice:

    Me encanta como lo describe,mucha razón tiene al decir que la tecnología nos a quitado éste tiempo tan maravilloso de charlas en reuniones,cenas etc,siempre pendientes del móvil.
    Por otra parte la soledad que uno no elige és triste,se lo digo porque sé de lo que hablo,unas horas a veces necesitas estar a solas,peró cuando por el destino te viene la soledad que no puedes remediar ,es algo que no me gusta.Saludos.

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  6. Yo creo que la mayoría hemos experimentado ambas: elegida e impuesta. Y la segunda duele… Un abrazo.

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  7. Avatar de pilarboni Pilar Bonilla dice:

    Sin duda, diferenciar la soledad impuesta a la elegida, es tan vitalmente relevante que suscribo lo que has expuesto. Cuando tus circunstancias te permiten elegir, en esta sociedad tan ruidosa, es un privilegio.

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