EN UN BAR DE SUPERSTICIONES

          Tras sentarnos, la camarera se acercó a preguntar y por su modo de hacerlo me pareció simpática, eficiente y, tras caérseme una moneda al suelo, buena conversadora por lo que siguió y con certezas a las que no podía dar crédito.

             -Recójala ahora mismo – me advirtió – porque de abandonarla, aunque sea un céntimo, le traerá la ruina.

            -¡No me diga! ¿De dónde saca eso?

            –Hay cosas que se conocen desde la antigüedad. Y como ha pedido una cerveza no tendrá problemas, pero no se le ocurra jamás brindar con agua.

                La miré con interés y supe que íbamos a seguir. Me vino a la cabeza Chesterton y su afirmación de que peor que no creer en nada es creer en cualquier cosa, pero en lugar de eso le pregunté si podría darme otros consejos. “Pues claro – me respondió de inmediato -: cuando vea una ambulancia toque madera para no terminar como el que transportan. Si emplea un salero, cuidado, y de caerle sal en la mesa tiene que espolvorearse con ella los hombros… ¡Ah!: y el espejo. Si rompiera uno, le perseguiría la mala suerte durante siete años. Hay mucho más, pero si continúo me despedirán por charlatana, así que voy a por la caña”.

           Mientras esperaba, decidí no contradecirla porque, como sabemos, las convicciones son impermeables, así que me puse a pensar en otros fenómenos paranormales por si a su regreso me daba por quedar a la par con ella. Podría sugerirle que sólo con deterioro cerebral puede triunfarse en política, o que para copar los medios no hay como apellidarse Sánchez o Rubiales, pero al aparecer, decidí ser más escueto.

            -¿Y qué opina del martes y trece?

            -¡Fatal! – contestó de inmediato -. Es el único día en que no leo. El resto, a libro por semana. ¿Puede recomendarme alguno?

              Pensé en “El infinito en un junco” e inmediatamente lo descarté por si se lo tomaba en sentido literal. Le aseguré que iba a pensarlo bien y ya me he decidido. Compraré “Con los pies en el suelo” y se lo llevaré de regalo, aunque frente a ella procuraré no pisar alguna de sus supercherías. No fuera a ser que, de hacerlo, me quede sin dedos en los pies y acabe en una ambulancia por no haber tocado madera.

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About Gustavo Catalán

Licenciado y Doctor en medicina. Especialista en oncología (cáncer de mama). Columnista de opinión durante 21 años, los domingos, en "Diario de Mallorca". Colaborador en la revista de Los Ángeles "Palabra abierta" y otros medios digitales. Escritor. Blog: "Contar es vivir (te)" en: gustavocatalan.wordpress.com
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6 Responses to EN UN BAR DE SUPERSTICIONES

  1. Avatar de Rosario Ferrà Rosario Ferrà dice:

    Me ha encantado la historia. Cuantas veces tropezamos con gente que cree a pies juntillas en cosas que no tienen ni pies ni cabeza, pero…….no les llevamos la contraria pues si a ellos les funciona para seguir adelante y al resto no les perjudica si lo aplican solo a si mismos, pues para que vamos a quitarles esa muleta que les ayuda a avanzar.La cosa se complica cuando quieren influir a otros en su vida con este tipo de supersticiones………

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  2. Creo que tienes toda la razón.

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  3. Avatar de pilarboni Pilar Bonilla dice:

    Está muy generalizado tener supersticiones, incluso, cuando se trata de personas bastantes racionales, oírlas «el por si acaso» Imaginario cotidiano que existe. Tú cuando vayas a comprar el libro, procura levantarte con el pie derecho. 😎

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  4. Avatar de Desconocido Anónimo dice:

    Es curioso negar esa atención a quienes creen en esas supersticiones a veces parecen tan certeras, que nos atenemos de no hacerles caso, justo ese día te demuestra que podían estar avisando de algo que no» debías hacer o si hubiera sido mejor hacer» parecen avisos, que no les prestamos atención, alguna vez pensamos el famoso lamento » tendría que haber, dicho o hecho » pero lo olvidamos diciendo interiormente,,,, lo que podría ser mejor, esas dudas que tod@s tenemos en alguna ocasión, no por asumir un posible riesgo….

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