Al pasear por calles y aceras de mi ciudad, se me acumulan las “des”, y es que supongo que la inicial letra al «deambular» deja en ese rato su inevitable huella en la deriva de los pensamientos.
Agradeceré que puedan disculpar la digresión, fundamentada en la dejadez con que los poderes públicos enfrentan el deterioro que se advierte en los suelos que transitamos, con un descuido que pone en solfa el supuesto de que el descontento sea un estímulo para la acción. Demandas reflejadas en los medios, e incluso denuncias, son sistemáticamente desoídas, y la despreocupación corre pareja con la demagogia que exhiben respecto a esos y otros defectos en áreas de su competencia sin dignarse, de una vez por todas, enfrentar definitivamente el desafío de un asfalto hendido y baldosas desgastadas, quebradas o resbaladizas, con el riesgo consiguiente de tropezar en cualquier despiste o deslizarse sobre ellas y terminar desnucado.
Los daños posibles, del descalabro a otras desgracias previsibles, distan de lograr que sean el disparadero para un adecuado mantenimiento, y ese desprecio que manifiestan frente al deseo de la ciudadanía en su conjunto denota, desde mucho tiempo atrás, que nuestra crónica decepción está sin lugar a dudas más que justificada.
Otras ciudades visitadas suelen desmerecer el suelo de la que habito, y es que no habría dificultad alguna en desembaldosar donde fuera preciso o conseguir, merced a un nuevo diseño, reducir nuestro desconcierto tras comprobar su incapacidad para distinguir lo sustancial de lo accesorio.
Existe una diversidad de opciones luego de observar con detenimiento cada tramo, lo que haría posible discernir descansadamente, descartar lo innecesario y decidir cuándo lo conveniente, en una prelación que no suponga desvarío ni excesivo dispendio económico.
No se trata pues de desconfianza, sino que seguimos determinados por la certeza de que también reparaciones o la planificación duran menos que su mala cabeza; un desequilibrio que nos mantiene en perpetua desazón y promueve disquisiciones como la presente frente a tamaño desaguisado callejero.


Si, es cierto que esto ocurre, en muchas ciudades, la solución es simple, pero acarrea un presupuesto.
Dicha solución seria desmantelar todas las calles y aceras con baldosas o adoquinado y asfaltar.
Me gustaMe gusta
Pues no me parece mala idea…
Me gustaMe gusta
Ahora veo que Palma tambien está mal,porque aquí en Llucmajor ,todas las calles están con las aceras fatal.
Me gustaMe gusta
Soy Cati Colom,saludos.
Me gustaLe gusta a 1 persona
es desconcertante
Me gustaMe gusta
Y desanima la dejadez…
Me gustaMe gusta