Está padeciendo una enfermedad en fase avanzada, su futuro es sombrío y anda en trance de identificarse con la frase de Milei y no por el canto a la libertad (los achaques la limitan), sino con relación a su carajo; a irse ahí, mal que nos pese a algunos. Lleva ya años condenada al rincón de pensar, sin que a sus promotores se les haya ocurrido alternativa alguna que pudiera ser viable frente a la primacía de las redes sociales y encima sin desembolso, de modo que, de la obsolescencia, al entierro sin resurrección pese a la fe de algunos.

                    La mayoría de periódicos cada vez con menos páginas, los suplementos adelgazados al extremo de no servir siquiera para envolver, y muchos autores que en el pasado propiciaban las ventas, dimitidos o retirados por propia voluntad. ¡Pero si yo mismo abandoné, tras 21 años de columna semanal (je..je..)! Reparen a modo de ejemplo en la Babelia de el diario El País, los sábados: desaparecidos Muñoz Molina, Rodríguez Rivero… Las propuestas a los colaboradores suelen incluir reducción de honorarios e incluso la de seguir por amor al arte; se ofrecen, a los improbables lectores, suscripciones a menor costo en un intento desesperado por evitar la prevista defunción, y los anuncios comerciales, antes cuantiosa fuente de ingresos, han ido encontrando nuevas plataformas de mayor y mejor difusión.

                 Que la población se decante mayoritariamente por el acceso a información gratuita es decisión no exenta de riesgos: menudean las fakes, muchos autores del entorno virtual carecen de la adecuada preparación y, en consecuencia, prima en el lector avisado el principio de incertidumbre. Cualquier indocumentado se siente legitimado para emitir declaraciones a lo Miguel Bosé y, a falta de control alguno sobre veracidad u oportunidad, lo leído puede obedecer al desconocimiento u otras veces ser resultado de intereses industriales y una herramienta más para hacerse con el poder a través del control de opiniones convenientemente manipuladas. En conclusión: los profesionales de la información al borde del precipicio y, en perspectiva, la comida de coco que podría fomentar una pandilla de sinvergüenzas para hacer su agosto. ¿Estaré pensando ahora en Elon Musk y su X? Pues podría ser.