FRENTE A LA CAMARERA: ENTRE ENVIDIA Y ADMIRACIÓN

                El otro día, en la terraza del bar que suelo frecuentar para una cañita al ponerse el sol, me la sirvió esa vez una joven y sonriente camarera que sumaba, al placer perseguido por mí, su alegre talante, así que iniciar el diálogo con ella fue algo inmediato y en cuanto la oí, supe por el acento que procedía de allende los mares.

          -Tú no eres de aquí, ¿verdad? ¿De dónde vienes?

          -Soy argentina. De Buenos Aires.

          -¿Y te has trasladado a Mallorca por cuestión de trabajo?

          -También por eso y sobre todo por cambiar de aires, aunque los de mi ciudad me parecían buenos. Basta pensar en el nombre. Hasta que se llegó Milei, ¡viste? -risas-. Pero no entremos en política si lo que queremos es disfrutar, sea una birra o del paisaje. A mí lo que me gusta es viajar, conocer nuevos sitios…

             Había dejado la bandeja sobre la mesa y aprovechado las manos libres para echarse el pelo hacia atrás al tiempo que nos miraba complacida. Supe al momento que gustaba de hablar con desconocidos, una de las características que definen al viajero y que en ella se sumaba a la capacidad de despertar interés con su mera y risueña presencia.

          -¿Y cuanto tiempo llevas aquí? ¿Qué te parece la isla?

          -Una preciosidad, pero cada lugar tiene atractivos que lo hacen único. Por eso ando de acá para allá. Pasé unos años en Costa Rica y allí siguen mis padres. Si no conoce aquel país, se lo recomiendo, pero no en verano: demasiado calor…

          -Pues ya me dirás aquí.

          -Ni punto de comparación, así que me fui. De Argentina a México, luego a Barcelona…

          -¿Y ahora qué planeas?

          -Pues en otoño, dependerá de lo que haya ahorrado. Me gustaría Italia.

             Destilaba simpatía y sus proyectos (me dije que en próximos encuentros la seguiría interrogando) la llenaban de optimismo y un ánimo que se diría haber crecido en paralelo a sus desplazamientos. Pensé que era un buen ejemplo de la razón que asistía a Cervantes cuando afirmó que lo importante es el camino y no la posada. Y si su objetivo era encontrar la felicidad, era obvio que lo había conseguido. Bastaba con ver su cara, así que, cualquier día de estos, otra cerveza y a seguir conociéndola entre envidia y admiración.

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About Gustavo Catalán

Licenciado y Doctor en medicina. Especialista en oncología (cáncer de mama). Columnista de opinión durante 21 años, los domingos, en "Diario de Mallorca". Colaborador en la revista de Los Ángeles "Palabra abierta" y otros medios digitales. Escritor. Blog: "Contar es vivir (te)" en: gustavocatalan.wordpress.com
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3 Responses to FRENTE A LA CAMARERA: ENTRE ENVIDIA Y ADMIRACIÓN

  1. Avatar de Desconocido Anónimo dice:

    Crónica muy simpática, una pequeña joya de alteridad que invita a reflexionar sobre la inmigración. Esta chica, real o imaginaria, me recuerda a un amigo real que, en un momento dado de su carrera en la facultad de Veterinaria, dejó el curso a medias, se embarcó en un buque mercante trabajando a cambio del billete y comida y se marchó con su mochila a Europa. Viajó por varios países durante un año, trabajando como camarero en bares y restaurantes y me enseñó una de las tres grandes verdades de la vida: donde se come no se reclama, y donde se reclama no se come.

    Ah, sí, terminó la carrera.

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