Desde que se quedó viuda, sus dos hijos no cesan de pedirle el reparto de mil y una maneras.
Que si lo pactado tiempo atrás, cuando el padre vivía, es injusto porque las dos mitades son desiguales; a uno ya le satisface su lote, pero el otro ha calculado el valor de lo suyo y sale perdiendo, la recrimina porque adivina una preferencia por el menor que no puede admitir…
La esposa contaba a su marido lo que venía pasando con su íntima amiga y a él, ajeno al problema, sólo se le ocurría algún que otro consejo mezclado con digresiones sobre la convivencia de aquella familia que, a lo que parecía, iba camino del deterioro.
-Uno de ellos -sugirió durante la conversación- lo que quiere es el braguetazo que, como sabes al igual que yo, no sólo se planifica en algún que otro noviazgo. Poder comer de la sopa boba cuanto antes y a su madre que le den. En cuanto al segundo de los hermanos, igual es que lo decidido ya le va bien, o prefiera no pelearse con la que tiene todavía la sartén por el mango…
-¡Hombre…! -respondió su mujer-: todo puede ser, pero me consta que ella no podría vivir sin la renta del piso alquilado y el negocio. Les reparte la mayor parte de los beneficios, ha renunciado a las reformas de la casa en que vive para no gastar en lo que no sea estrictamente necesario y, en los años que le queden, ahorrar cuanto pueda con tal de verlos contentos pero, aún así, el mayor en sus trece y el otro mirando las musarañas.
-Cariño: no sé que relación pueda haber mantenido tu amiga con sus hijos, pero de haberlos educado como se debe, no andaría ahora en esas. Por lo que dices, el mayor debe pensar que es él quien merece la mejor tajada y si de ello se deriva que a la hasta ahora dueña no le quede ni para comer, pues ya se verá. Yo creo que, si te pide consejo, deberías decirle que el problema viene de atrás y ahora lo tiene difícil. En resumen: lo único que puede hacer es plantarse, llevar el testamento con lo que decida sobre sus bienes a la notaría y, si se enfadan, ancha es Castilla… Me gustaría saber cómo se llevaban con su padre y si se habrían portado igual con los dos a la vez. Cabría deducir que lo que ahora les vendría de perlas es que ella desapareciese cuanto antes. Una pena de familia que, como habrás comprobado, tiene poco que ver con la nuestra. ¿Te imaginas a nuestros hijos sometiéndonos a la misma tortura?
Meses después, supieron que la pobre mujer había muerto.
Años más tarde, los hijos de aquella pareja que tanto había compadecido a la ya extinta viuda, consiguieron que ambos aceptasen trasladarse a una residencia de la tercera edad. Para ser bien cuidados, les repitieron hasta conseguirlo, y es que su envejecimiento, aunque gozasen aún de buena salud, argumentaban, los tenía preocupados.
Uno de ellos se quedó con el domicilio donde sus padres habían vivido cuarenta años, y los otros vendieron o alquilaron todo lo demás pero, eso sí, debido a aquella educación de la que el padre se enorgullecía, iban a visitarlos cada tres o cuatro meses(a pesar de residir en la misma ciudad, pero es que andaban muy liados) y, el día de Navidad, los sacaban a comer. A un restaurante barato, de medio pelo, y todos tan contentos.
que gran verdad Gustavo
Un besito
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Suele pasar…
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