No se puede, o sí, como ha ocurrido, pero no es justo, impartir justicia desde el apriorismo. Y lo hay cuando se apuesta por una ideología y se pretende a un tiempo objetividad en el juicio: el propio o los juicios que ha manipulado por sus convicciones de carné y cuota que encima ocultó, lo que no dice precisamente de su honestidad.

No se puede cobrar en negro y reclamarse adalid de la transparencia, o ser pederasta y pasar por defensor de la pureza. Pues con Cobos, presidente del Tribunal Constitucional, tres cuartos de lo mismo. En cuanto al Partido en el que militaba de tapadillo, ya nos tiene acostumbrados a vender la realidad aderezada a conveniencia. Ahora resulta que «despolitizar las instituciones» no es, según Gallardón, lo que cualquiera entiende, sino mantener las distancias entre poderes ejecutivo y judicial, al igual que explicar las corruptelas equivale a hacerlas comprensibles a fuer de generalizadas.

Esta gentuza, porque ya no se me ocurre calificativo más hiriente, ha hecho del lenguaje tapadera. Aunque no vehicule ninguna idea con sentido. O quizá para eso. El vicepresidente del Poder Judicial, Fernando de Rosa, señala que este tipo de cargos -refiriéndose al de Cobos-, deben «en principio» estar alejados del ámbito político. ¡Pues no señor! No es «En principio» sino «Por principios». Los que les faltan. Aún recuerdo a Rajoy negándose a que la Iglesia pague el IBI de sus posesiones terrenales, con el argumento de que hay «opiniones encontradas». Todo un hallazgo explicativo. Pues también las hay, encontradas, para los recortes sanitarios, por un decir. O para que unas elecciones legitimen la sinvergonzonería general, como ha asegurado. ¿Y? Dado que los dislates no tienen fin, supongo que puedo terminar diciendo: continuará.