Si tras leer algún que otro post me aplican el cuento lo aceptaré, porque es lo que a mí me sucede al oír según qué. Y no se trata de dramatizar con eso de que «Por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado» (Mateo 12:36); más bien me da por la sorna, y decirme que más le valdría a ése entrevistado/a, o incluso profesional de la radio, que de todo hay, ensayar con el verbo antes de largar.
En ocasiones y yendo en coche, no he podido resistirme a anotar algunas perlas aprovechando el semáforo en rojo, aunque ya he renunciado. Supongo que la edad te cura de sorpresas, y la experiencia te demuestra que si las palabras son la única realidad que nos es dado vivir, la afirmación ha de tener sus excepciones porque, en otro caso, estábamos aviados. Y fin de la cita, por terminar como quien todos sabemos.
Estoy del «Ahora no toca», que puso de moda Pujol, hasta la coronilla. Pero he anotado alguna otra. Que la iniciativa popular requerirá «un número mínimo de signaturas» (locutora de cadena Ser, 30-4-2010). Creo que era el resultado de una traducción literal del catalán, aunque le concederé el beneficio de la duda, lo que no es posible con eso de «Finiquitar la reforma de las pensiones» (28-6-2011) o presumir de «Un conocimiento exhausto» en vez de exhaustivo (tertulia en la misma cadena, 28-2-2013).
Y hace tres días, ni más ni menos, escuché, en boca del exconsejero de Sanidad en esta Comunidad, que «No hay cosa peor que un ciego que no quiere ver», modificación de «No hay peor ciego que el que no quiere ver». Se parece, pero no es lo mismo, y lo que él dijo no es lo peor, sino una verdadera suerte para el invidente. En resumen: que no siempre es mejor escuchar que tararear un bolero. Aunque parezca de mala educación.
El ciego no ve pero imagina. El que no quiere ver es ciego para los demás, pero tarde o temprano ve la verdad aunque intente ignorarla. Ejemplo real 1: una madre se entera de que su hija está embarazada. La chica le cuenta a su mamá que se casó en secreto hace 3 meses y que no se atrevió a contarlo (se había casado hacía una semana). La madre se lo creyó por eso de presevar el honor de la familia. Ejemplo real 2: un señor pasa la noche con su amante. Antes de regresar a casa entra en una iglesia y coge una estampita. Se la enseña a la sufrida y católica esposa y le dice que se ha pasado la noche orando. Ella se lo cree para no tener la desagradable sensación de llevar cuernos y preservar la dignidad de su sulmatrimonio canónico.
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Efectivamente. Cerrar los ojos no elimina el problema…
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No lo elimina pero lo esconde a los propios ojos del afectado.
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