Se publicó hace poco que un número creciente de empresas (sobre las setecientas) hacen descuentos si el comprador es cotizante del Partido Popular (PP). Y la noticia sorprende en más de un sentido. Para empezar, deduzco que los afiliados a esa formación -de derechas, preciso para los desinformados- tienen, de media, un poder adquisitivo superior al de quienes pertenecen a Partidos situados a su izquierda, de modo que tal vez sean aquellos con menos necesidad de ahorrarse cuatro perras, aunque a nadie amargue un dulce. Es más: incluso pueden estar batiendo palmas, ya que la cicatería no es ajena a los pudientes que quizá lo son, en alguna medida, por esa circunstancia. Baste, para abundar en la opinión, fijarse en el comportamiento de los hoteleros respecto a los sueldos de sus empleados en tiempos de vacas gordas que, para los curritos, seguirán siendo anoréxicas. Pero el análisis puede ir más allá, y es que, con independencia del beneficio para el bolsillo de los militantes, es dudoso que la estrategia del descuento sirva a los objetivos que persiguen el PP o los comercios implicados.
En cuanto al Partido Popular, la discriminación positiva para con sus miembros será sin duda fuente de agravio para quienes son excluidos por no disponer de esa «Tarjeta azul» que rebaja el precio de la compra a cualquiera de los 22.000 afiliados. Y dudo que sumar, a las diferencias ideológicas, otra de índole económica, contribuya a aumentar la simpatía de la población general (en su mayor parte sin carné alguno) hacia los de la gaviota. Por lo que respecta a los comercios implicados en el trato de favor, podría salirles el tiro por la culata, toda vez que no podrán mantener en secreto su querencia.
Bastará con que el cliente pregunte en la tienda si los chorizos tienen descuento (y no deduzcan en la frase segunda intención) para, de ser así, optar por otro establecimiento. ¿Compensará, la potencial pérdida de compradores en los comercios alineados, el atractivo que suponga la rebaja para los afiliados peperos? Porque la publicación de un listado con todas o buena parte de las empresas «azules», podría mermar su clientela al extremo de que, en el balance final, el presunto señuelo se convirtiese en un fiasco económico.
No creo, como se ha insinuado, que se trate de una donación más, encubierta, al PP, como nos tienen acostumbrados y hemos conocido por boca de Bárcenas. Y tampoco que la Tarjeta azul sea en sí misma una ilegalidad, aunque pudiera ser que las empresas se vean en algún caso impelidas a meterse en el rollo para evitar otra discriminación, en este caso negativa. Más bien se me antoja una cagada, porque es muy probable que no les salgan las cuentas a unos ni a otros. Por lo que a mí respecta ya me guardaré, por estética y también por ética, de comprar según dónde. Y correré la voz sobre las tiendas que evitaré en el futuro. Sugiero que hagan ustedes lo mismo si no se han planteado ni por asomo, afiliación mediante, conseguir la Tarjeta azul.
La cosa pudo empezar cuando los bancos se tranformaron en tómbolas. Traiga usted la pasta y le damos 2 cazuelas. Pero quizás esto va un poco más lejos.
Cuando se me exalta el gen de la misantropía -lo cual sucede con cierta frecuencia, para qué negarlo-, se me llevan los demonios con tanta zarandaja sobre la «participación ciudadana». La afiliación a los partidos, a la oenegé de turno, a los sindicatos, a los clubs de papiroflexia, a la ampa (sin «hache», o tal vez con ella)… todo se vende como una forma de democracia guay-profunda.
Y no me parece mal… hasta que vienen a rascarme el bolsillo. Que siempre vienen, enarbolando el espantajo de que contribuyen, todos, sin excepción, a la concordia y al control de los factores de riesgo cardiovascular, como mínimo.
¡Pues no! Que cada cual se afilie a donde le venga en gana, pero que no pida subvenciones. Que pague sus cuotas, sin pedir lenitivo alguno, y yo no tenga que apechugar con una cuota vicaria. Ni subvención, ni ayuda, ni retorno, ni hostias en vinagre. A pagar y a disfrutar privadamente del privado pago. No vaya a ser que la juez Alaya tenga que comprar una maleta Samsonite mega-king-size.
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Parece que no haya ética ni adscripción que no pase por el bolsillo. Tiempos de mangancia y eufemismo, los que nos toca vivir…
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Me apunto!. Jamás compraría en un comercio azul. Se lo voy a contar a mis allegados…
No tenía idea de este hecho, el cual me parece, además de una cagada como bien dices, un disparate. ¿Que te hagan rebaja por una determinada ideología política?. A lo mejor el siguiente paso es que nos graven a los que no tenemos la tarjetita…
Lo primero que he pensado es que podría ser ilegal. Pero sí que es discriminatorio e indecente, por no decir inmoral.
Espero y deseo que a los comercios les salga el tiro por la culata. Y lo mismo para los del PP.
Al leer lo de la gaviota, he pensado escogieron bien el logo. Es un gran símil el comportamiento gaviotil con el pepero. Los que las observamos y/o sufrimos lo sabemos bien. Y lo que más fastidia es que te caiga una cagada de estos especímenes enmcima.
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Menos mal que vuelvo a leer comentarios de tu parte. ¿Dónde te habías metido?
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En Roma primero, en Cabrera después, y entre ambas, pagándolo caro en el trabajo.
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Bueno: el disfrute siempre tiene un precio ulterior. O nos lo ponemos, como buenos masoquistas…
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Noooo, no es por masoquismo.
No tengo por costumbre poner precio a mis divertimentos. Solo que, para alcanzarlos, esta vez con cierta ambición, he tenido que jugármelas con el distrito…
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