Cercados como estamos de frases hechas, intereses espurios, gestos vacuos y estereotipos para cualquier cosa, se hace difícil distinguir cuánto hay de auténtico en quien se no acerca para manifestar su sintonía y, aún más cerca, si la palmada e incluso el estrecharnos contra su pecho significan, para quien lo hace, algo más que una rutina de cariño. Desde esa perspectiva me contemplo, y he descubierto unas carencias que quizá compartan. Algunas veces me habría gustado ser capaz de acariciar el alma de mi interlocutor/a; llegar tan hondo que nos fundiéramos en uno solo, sin avidez ni palabras que nos distrajesen.
He echado de menos esa capacidad que a veces, pocas, he sentido en alguien. Y no siempre cercano. Podría ser cuestión de rictus o la calidad de su mirada, no lo sé, como tampoco si hay manera de aprender a lograr que un afecto profundo y súbito, la solidaridad sin ambages y entreverada de ternura, me trascienda, y sea ese amor quevediano, más poderoso que la vida, el que siga en nosotros a pesar de la distancia. Parece todo un algo cursilón, soy consciente de ello, pero no doy con otro modo de explicarlo. Me ha ocurrido con algún enfermo grave, con ese otro/a que traslucía su drama vital como si afectara a alguien ajeno a él mismo… De pronto, sentí la necesidad de besar aquella intimidad que es el alma. Pero no supe hacerlo.
Tal vez exista un camino de introspección que permita progresar en esa línea. Lo ignoro. En ocasiones he presenciado la oferta de abrazos gratuitos, y me he debatido en la ambivalencia de pensar en lo entrañable de la ocurrencia para con tantos que andan necesitados de afecto y, a un tiempo, la intrínseca impostura de ese acto entre desconocidos. Encima, comenta mi mujer, a veces se aprovecha cercanía y distracción para birlar la cartera al abrazado, así que me parece que andamos necesitados de algo distinto y donde no quepa el engaño.
Sentir a la otra alma en comunión, a eso me refiero. Como en un largo adiós que no se acabe nunca, diría el poeta. ¿Alguien sabe el modo de hacerlo, cuando impulsado a ello?
Precioso, estimado amigo, yo te doy mi abrazo sin condiciones, a no ser con un único reclamo: que siempre seas mi amigo. El alma es la pasión inteligente que todos llevamos dentro. Cuando el alma aparece es el encuentro siempre con nuestro propio ser interior. El alma es la gratuidad sincera del amor a borbotones, tocando todas las fronteras, todos los crepúsculos. El alma es nuestra única y verdadera manera de ser, porque su contenido -si somos luminosos, y de esto es de lo que se trata: de intentar serlo- es la profunda luz del Misterio. Y dentro del Misterio está la otredad; y dentro de la otredad te encuentras tú, mi amigo, como un ejemplo y reflejo del mejor mundo humano. Aquí va mi abrazo, Manuel
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Manuel: nuestras almas se han entrevisto con placer. Y la tuya trasmite un calor que no se enfría y es inmune a la distancia. Pienso mantenerlo al abrigo de las inclemencias.
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