Eso de que los europeos no comprenden a China sino en lo que se les asemeja, como aseguraba un oriundo de allá en la novela de Malraux, «La condición humana», debe tener su parte de verdad porque, desde que lo de Mao se acabó y empezaron -o se hicieron visibles- negocietes y corruptelas, como es norma por acá, los vamos entendiendo mejor. Ese país, el tercero del mundo en extensión y el más poblado, es ya la segunda economía del planeta y está en camino de convertirse en la primera con base en el capitalismo salvaje, trabajar los asalariados como indica un estereotipo que por algo será, invertir donde convenga, en lo que interese y, la ideología, para los discursos, tras haber aprendido a lo que se ve y a pesar del comunismo, que una cosa es el culo y otra las témporas.
Desde ese demostrado pragmatismo, acaban de hacer un préstamo multimillonario a Argentina y su presidenta, Cristina Fernández, bate palmas con las orejas tras la veintena de acuerdos. Parece obvio, vista la trayectoria, que Xi Jinping no se ha ido a sudamérica para hacer donativos y es que, sin ser hábil (Henri Michaux dixit, y era un buen conocedor de Asia),
no se puede ser chino. En la misma línea de alta rentabilidad y fraseología para el adorno, la compañía Husi, con sede en Shangai, vendía carne podrida y a bajo precio a McDonald´s, Burger King, Starbucks y otras, hasta que ha sido descubierta y clausurada, de modo que tampoco le hacen ascos a vender mierda por el vil metal y, tras enterarme, estoy seguro que muchos de los políticos de aquí (relean la primera frase), se sienten en el fondo identificados con los modos, aunque no hayan visitado en la zona mas que la Gran Muralla.
¿Y cómo se desenvuelven entre nosotros? Pues también los chinos tienen su nicho, como no podría ser de otra manera siquiera por la fonética. Miles de restaurantes o más de 15.000 tiendas según dicen. Con una oferta de amplísimo espectro, precios bajos y horarios de sol a sol. A partir de estos ejemplos empiezo a columbrar que, a más de comerse el mercado, las elecciones inversoras y el lugar de las mismas los definen no sólo a ellos, sino también a los receptores. N0 deben fiarse de Montoro o Rajoy y aquí prefieren, a diferencia de Argentina, los bazares de barrio.
En cuanto a los americanos, tan dados a una alimentación basura, pues vaya lo servido (la carne maloliente) por lo comido. Para finalizar, mi convicción de que, en el futuro y dado el amplio espectro que cultivan los chinos, estar al loro pasará por saber expresarse en mandarín.
En alguna ocasión, y en tono de broma, mi hijo me ha comentado que en unos años, y él cree que no demasiados, la mayoría de la población mundial serán chinos, y unos cuantos de raza negra.
Va a ser que tiene razón…
De momento, yo bien me cuido de no consumir “basura” de china, pues están llenando el mundo de ella, de BASURA. Sin escrúpulos. Ni consumo sus pescados de piscifactoría (panga).
Ahora, lo de la carne, es de película gore. …Me acuerdo de alguna peli donde a los humanos los hacían picadillo para una red de hamburgueserías.
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No sabía que eso del panga era chino…
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Una de las grandes películas, «Blade Runner», nos mostraba un futuro asfixiante en el que, vaya por Dios, la masa adoptaba la forma de inmensa chinitud. Tal discurso, a bote pronto, pudiera tener un tufillo racista. Sin embargo, mirándolo bien, eso de «trabajar como chinos» está adquiriendo una pavorosa cotidianeidad y temo que, tras ilustrar despectivamente una forma de vida poco halagüeña, acabe convirtiéndose en el «estándar».
Se atribuye a la cultura china un notabilísinmo refinamiento. ¡Joder, vivían en palacios -los ricos- cuando nosotros nos arrastrábamos por cuevas! También es cierto que inventaron el papel y la porcelana y yo qué sé cuántas cosas buenas. Sin embargo, ¿qué me dicen de su absoluta sumisión a tradiciones absurdas y a castas degeneradas? ¿Qué me dicen de una riqueza anclada en el trabajo brutal, sin ninguna cobertura o derecho; en esquilmar el medio ambiente, a despecho de la más espantosa polución?
Me niego a trabajar como un chino. No veo en mi trabajo NADA que lo haga interesante más allá del horario legal-sindicalmente establecido. No veo por qué debo someterme a trabajar de sol a sol sin derecho a vacciones, medicinas, jubilación u otras minucias semejantes. Por qué coño voy a privarme de un vermut a la salida del curro, para que un Prin-Gao se lleve la pasta en bolsas de plástico hacia no se sabe qué sentina o fosa séptica.
Me niego a fomentar ese circuito infernal. No consumo espárragos made in China, ¡hostias!, porque son más baratos, sí, pero también sé por qué son más baratos. Son más baratos porque son una mierda, no una mierda física, quizá, sino el subproducto de una mentalidad de mierda. ¿Sueno ofensivo, acaso? Pues entonces no me dejen hablar de esos zapatos elaborados con plástico-petróleo, cuyos compradores deberían sufrir la amputación inmediata de ambos pies. Hay que cortar por lo sano.
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Vamos a ver: ¿no hay algún experto en chinitud que resalte algún mérito a día de hoy? Porque en otro caso, ¡estamos aviados con los tales!
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Mérito… pues trabajar como un chino… No sé. Del resto, no veo méritos.
Antes prefiero ser replicante de Blade Runner que experta en masa de chinos. Gran película y banda sonora.
Y sí, la panga viene de china; imaginad con qué la alimentan. No comer panga.
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