Nada original el tema, lo sé. Únicamente sincero, porque para hipocresía y disimulo ya tenemos la campaña electoral en ciernes o, si me apuran, la próxima declaración de Hacienda. Hoy quiero contar que comí hace unos días con varios colegas que son, además, amigos del alma. Me traje de vuelta a casa sensaciones que aún perduran, y se me ha ocurrido que, de ponerlas por escrito hasta donde sepa, quizá podría releerlas y revivirlas cuando regrese a mi ser esencial, un tanto solitario -que no introvertido- y poco dado a almibararse y perderse en ternezas.
En el encuentro -hacía meses que no nos veíamos- me disponía a estrechar sus manos o, todo lo más, el fugaz palmeo en la espalda que nos permitimos muchos de los que ya peinamos canas. Pero la cosa fue a más y los abrazos, de ocurrir en pleno franquismo, tal vez habrían propiciado que nos aplicasen aquella Ley de vagos y maleantes con que se reprimían las muestras públicas de afecto entre varones. Después, la distensión sin disfraz, sonrisas para las bromas entrañables por sabidas o un lenguaje de parecidos registros. Y no afirmaré que el colesterol o la tensión arterial estuviesen ausentes -como ha de ser, a cierta edad, en cualquier tertulia que se precie-, pero se convirtieron también en risa y, aunque en alguno superasen los límites considerados fisiológicos, cedieron al bienestar que procuran los sobreentendidos y la seguridad de que, por habernos vivido juntos y saber a estas alturas quienes somos, no hay que esforzarse en ser ocurrente. Tanto fue así que, incluso entre el silencio, habríamos seguido en la gloria.
Ignoro si, de vernos a diario, la magia de aquellas horas persistiría. Y no podré comprobarlo. El caso es que, al despedirnos, no me atreví a pedirles que repitiésemos los abrazos. Y ahora mismo me arrepiento. Cuando volvamos a vernos, yo mismo empezaré con ellos.
Me recuerda al viejo proverbio indio que dice «todo lo que no se da se pierde «. Para la próxima …. Muchos Bsos !! , por si acaso 🙂
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No hay por si acaso que valga. Y tú y yo, a manteles en cuanto haya ocasión.
Un beso
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Son esas pequeñas cosas que al final son las grandes cosas. Es curioso que, entre nosotros, suceden a menudo alrededor de una mesa generosamente provista con viandas de toda índole, en particular de recia estirpe porcina y enólica.
Por eso, cada vez me joden más las reuniones al estilo sajón, esto es con pinchos mierdosos que se degluten de pie y a matacaballo, o peor aún esas conferencias que se imparten/soportan mientras la audiencia engulle diversas variantes de plástico y madera disfrazadas de alimento. Parece mentira que se hayan hecho dueños del mundo…
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¡Donde haya un buen filete…! Y el Rioja a tutiplén.
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