Avalan mi suposición las horas de viaje, población negra en un 90% y esos vuelos interiores, con centro en Johannesburgo, donde la primera clase que atravesábamos para alcanzar nuestros asientos estaba ocupada, prácticamente en su totalidad, por hombres de color con pinta de ejecutivos; una estampa que no es habitual en otros pagos. Por lo demás, Mandela omnipresente en las conversaciones y también su efigie, allí o en Pretoria.
Así que Sudáfrica, aunque a juzgar por el confort hotelero, comidas sin diferencia con las de aquí (exceptuando algún trozo de cocodrilo, según rezaba la carta) y los barrios lujosos por donde nos aconsejaban pasear, la pobreza que esperábamos se convirtió en estereotipo sin constatación otra que la de una fugaz mirada desde las cerradas ventanillas del auto. Y es que andar de turista tiene esas cosas. También estuvieron los animales, claro que sí, y desde el Parque Kruger al de Chobe, éste en Botswana, su visión justificó la estancia. Contemplar una manada de elefantes cruzar el río, cocodrilos dormitando en sus orillas o el inquietante bostezo de los hipopótamos, es un espectáculo imposible de olvidar. En cuanto a las cataratas Victoria, entre el estruendo y la niebla, me parece que son las más impresionantes de cuantas he visto y me propongo, en un próximo futuro, dedicarles unas líneas en exclusiva.
Sin embargo, también he traído conmigo un algo de frustración. Por distintos motivos, desde el riesgo a la lejanía de las aldeas, no pude interaccionar con la población como habría deseado y caso de que el idioma -otro que el inglés- no fuese un escollo insalvable. Hemos sido visitantes afortunados, tratados como tales y sólo a través del guía pude saber de la corrupción gubernamental, la emigración masiva -pago mediante de 4000 rands, unos 350 euros, que basta a las mafias para enriquecerse y comprar a la policía fronteriza- o esos 30 kilómetros que muchos niños han de caminar para llegar al colegio y poder así comer. Todo eso y más, en este par de semanas que han dado mucho de sí y menos de lo que hubiera querido. Aunque lo mismo podría decirse de cualquier escapada, supongo. Sea como fuere, encantado de volver al blog.
Hola Gustavo. Veo que äfrica te ha impresionado tanto como a mi. He viajado cerca de 10 veces a diferentes paises, de hecho donde la gente lleva una medallita del niño jesus yo llevo colgado una del continente negro.
Un pequeño detalle a corregir Cobe pertenece a Botswana, igual que sirondella, Sevute o el Okavango. Hace 6 meses hice la poza del diable en plenas cataratas Victoria, una pasada…
un fuerte abrazo.
JR
Me gustaMe gusta
Error corregido. Gracias y un abrazo.
Me gustaMe gusta
Hay quien sostiene (a mi juicio, acertadamente) que viajar no equivale a desplazarse.
La mayoría, o al menos así lo siento en mi caso, nos desplazamos. Admiramos los paisajes, nos triscamos las viandas, quizá nos impregnamos (un poquito) de ciertas peculiaridades locales, incluso revisamos algo de historia o antropología comparada… Pero, en el fondo, mantenemos nuestro estilo de vida, incluidas las comodidades del caso, y no es fácil que al retorno se perciba un cambio sustancial.
¡Pero ya es bastante! Es mucho, en realidad. Pues quizá no cambiamos externamente, pero sin duda los horizontes mentales se han ensanchado, la comprensión de los fenómenos es más polifacética, etc.
Algunos, muy pocos, de verdad viajan. Viajan hacia otro mundo, incluso se atrincheran en sus pendencias, se adentran en sus conflictos, sufren por él y hasta con él. Viajan acaso para no volver, porque les duele la diferencia, la desigualdad, la brecha entre lo suyo y lo que ahora ven; les duele tanto que nunca vuelven a ser del todo felices. ¡No es mi caso! Jamás se me ocurriría ir de médico cooperante a una aldea en la profundidad del Camerún. Nunca aprendería obstetricia para ejercerla en mis vacaciones por los andurriales del hondo Congo.
Soy un lamentable miembro (y beneficiario) del Primer Mundo. ¡A mucha honra! Porque no se ha llegado sin sufrimiento, qué coño. Pues vinieron los sarracenos y nos molieron a palos, que Dios protege a los suyos cuando son más que los malos.
Me gustaMe gusta
En esto de desplazarse, hay para todos los gustos. Por lo demás, se hace lo que se puede y nadie está obligado a más. Se disfruta, se aprende, te pica algún mosquito y en cualquier momento uno puede preguntarse: ¡Pero quién me mandaba…!
Me gustaMe gusta
Envidio la parte de: manada de elefantes, cocodrilos -¡a mí me parecen fascinantes!, reliquias vivas donde parece que la evolución se ha detenido, bestias que nos enseñan lo brutal que debía ser el mundo en aquellos tiempos- hipopótamos, cataratas…
Naturaleza.
Algún día iré a África.
Me gustaMe gusta
Dímelo con tiempo y volveré contigo.
Me gustaMe gusta
Sana envidia es lo que me dan las fotografías del viaje, genial todo lo que tiene que ver con los parques naturales, con lo otro, pues la verdad , no.
Si el Homo Sapiens nació en África y se desplazo por el estrecho al continente Europeo, el hombre corrupto hizo el caminito a la inversa, que lástima, pues vaya regalito les hicimos….
En fin, contenta de volver a leer nuevas ideas y sobre nuevas andanzas.
Un saludo
Rosario
Me gustaMe gusta
Un placer encontrarnos de nuevo, Rosario. Y seguiremos comentando, por supuesto.
Un abrazo
Me gustaMe gusta