El trato dispensado a cualquier animal dice mucho de nosotros, así que vaya de entrada mi oposición a la crueldad en cualquiera de sus variantes y, por ello, radicalmente en contra del lamentable espectáculo (¿cultura? ¡Anda ya!) de los toros. Pero de ahí a aceptar sin reticencias las condenas aplicadas a algunos que dieron muerte a animales domésticos -6 a 18 meses de cárcel según la reforma del Código Penal en 2013-, media aún un largo trecho. Prolongado más, si cabe, a la vista de lo que entiendo como flagrantes contradicciones con un algo de teatro para contentarnos.
En Mallorca, un hombre fue condenado a 1 año de prisión por matar de hambre a su perro. Mal, por supuesto, pero, ¿un año? ¿Como a ése que maltrató a su pareja? Otro, en Oviedo, a 9 meses por acabar con un gato (¿dependerá la sentencia del tamaño?) o, en Coria, 30.000 euros de multa por matar al toro de un disparo. Sin embargo, de ser con espada habrá paseíllo.
Y aplausos si la estocada fue precedida de tortura con estilo. Por otra parte, habitar junto a nosotros o en estado salvaje marca la diferencia (?) aun tratándose de la misma especie, sin que alcance a entender el porqué. Así, en Australia (también con ley de protección) pretenden deshacerse de dos millones de gatos salvajes y habrá previsiblemente una sustanciosa inversión para tal objetivo e incentivos para quienes colaboren. En nuestro medio, para matar desde cabras salvajes a jabalíes o conejos basta el correspondiente permiso y, por seguir con la caza, ¿acaso es menos sensible cualquier liebre que el hamster? (también hubo condena por deshacerse de uno). Aunque quizá la exculpación estribe en si la víctima se va a cocinar o no y, en tal caso, quien coma gato a la plancha estaría libre de pecado.
Pero el tema da para más. Se publicó hace unos días que varias asociaciones proteccionistas están reclamando que algunas especies (grandes simios, orcas, delfines o elefantes) sean consideradas «Personas no humanas» y, en consecuencia, titulares de derechos que las acerquen a las sí humanas. Es el caso de la orangutana Sandra, en un zoo de Buenos Aires, que no podría seguir en cautividad (aunque ya nació en jaula) o ser exhibida como si de un animal se tratara.
De seguir en esa tónica, inmigrantes, deshauciados o en general pobres de solemnidad, podrían relegarse a un segundo plano o entrar en competencia con esas «Personas»; la Justicia podría no dar abasto para velar por tanta persona y por ende, aunque nos cueste reconocerlo, los recursos son limitados y será imperativa la priorización, máxime si debemos dotarnos de medios para que los sobrevenidos puedan circular a su antojo. Como personas, vamos. El caso es que, en ocasiones, uno no puede evitar preguntarse si acaso la puerilidad, una dimensión moral desenfocada o la hipocresía, por no decir la estupidez, se estará enseñoreando de nosotros. Por lo menos de algunos. Y vamos a más.
Aunque un poco tarde, he leido este post.
Creo que tienes razón en la base de que se pierden los papeles al calificar de »personas no humanas» a grandes mamíferos, deberían ser respetados por lo que son y no buscar pretextos
» humanizando » a estos seres que ya de por sideberían llamar nuestra atención para ser tratados con la dignidad y protección que se merecen, dado que una vez desaparezcan ellos,
¿ hay alguien que no tenga claro quien sera el siguiente?.
Nuestros esfuerzos deberían ir hacia los seres humanos »per se» hacer que todos estos que se encuentran totalmente a merced de contrabandistas, xenófobos, y otras malas hierbas tengan una oportunidad de futúro, pues de las experiencias que recopiles a lo largo de tu vida , tal te comportarás con tus congeneres, así como de los » no humanos», pero primero deberás poder llegar a buen puerto para iniciar tu apoyo a este planeta nuestro tan necesitado de mentes claras
no resabidas.
Me gustaLe gusta a 1 persona