Y cuando digo todos me refiero, por ser equitativo, tanto a Cataluña como al Estado Español. Con el agravante de que sus respectivas dificultades políticas no sólo se retroalimentan en cada lugar sino que también dan de comer a las que sufre el vecino, al punto de que si hubiéramos de imaginar un escenario convulso y con tantos albures como grupos y grupúsculos albergan (o padecen), bastaría con mirar en derredor para percatarse de que cualquier cosa es posible excepto la tranquilidad y planes sin vuelta de hoja porque tienen fundamento.

En Cataluña, y por no extenderme, el Partido de la burguesía ha debido descabezarse para evitar unas elecciones de las que podría haber salido incluso peor parado de lo que viene siendo su tónica. Así que, para seguir con un plan independentista que choca frontalmente con la legislación que en su día votaron y encima es rechazado por más de la mitad de la ciudadanía, se ha sometido a los dictados de una formación, la CUP, minoritaria, escindida y cuyos planteamientos son el reverso ideológico de la ahora llamada Democracia i Llibertat. El conflicto interno de esa -siquiera por ahora- Autonomía, está servido y se pondrá de manifiesto durante este próximo año y medio en que pretenden sentar las bases de la división, aunque la multiplicación de adhesiones que pudiera en alguna medida justificarla, brillará por su ausencia. Lo cual, como indica el título, es empezar con mal pie. Y para quien lo dude, al tiempo.

¿Y en cuanto al ámbito estatal? Una mayoría no está por favorecer la secesión catalana; ni siquiera la consulta al respecto, pero la adopción de medidas en esa línea supone que se afiance un Parlamento estable lo cual, a día de hoy, no se vislumbra. La alianza de las derechas no alcanza los diputados necesarios; el PSOE puede labrarse la ruina sea cual sea su decisión, aunque sin él no hay opción verosímil sobre el tapete… El caso es que, entre unos y otros, dibujan una nueva Venezuela en el horizonte: parálisis institucional en ciernes y, al tiempo que se retiran símbolos como también ocurre en el país de Bolívar, la economía sin asidero para proseguir en la precaria senda de la recuperación. Claro que aquí no hay pajarito (Chávez) que susure al oído lo que hacer, aunque Aznar o Susana Díaz puedan ejercer de tal. Sea como fuere y de no cambiar las cosas, cualquier día nos encontraremos con que tampoco aquí, como sucede allá, pueda conseguirse papel higiénico en los supermercados. Porque vamos camino de cagarla y, ¿después qué? ¿Todos con el culo al aire a falta de limpieza?