Al Chapo Guzmán, el narcotraficante mejicano y jefe del cártel de Sinaloa, lo han vuelto a detener y, una vez más, túneles y alcantarillas de por medio lo cual, por otra parte, suele ser la tónica de los poderosos cuando quieren esquivar el brazo de la ley. 
Se fugó en Julio pasado del penal Altiplano I a través de un pasadizo de 1500 metros que empezaba en la ducha. Ahora, lo han pillado en el pueblo de Los Mochis donde se alojaba y, de nuevo, sumidero mediante.
Muy pagado de sí mismo el tal Chapo a lo que parece, y con una egolatría que ha tenido que ver con su captura. No deja de ser probablemente contradictorio para él, y a buen seguro humillante, verse recluído pese a contar con tantos millones como sicarios y encima escapar en cada ocasión como un conejo. Orgullo tan grande no cabe en celda alguna, así que debió confortarle el saber que, entre Méjico y USA, ofrecían más de ocho millones de dólares por su localización. 
¡Y es poco para lo que merezco!, debía pensar. Por eso la entrevista con Sean Penn el 2 de octubre -el orgullo en la base de la imprudencia- que ha propiciado un nuevo encarcelamiento. Y quería que se hiciese una peli sobre su vida y andanzas. ¡O peli o a tomar, güey!, debía cavilar en sus escondites. Y es que liderar una banda no asegura fama ni el adecuado reconocimiento en siglos venideros. Lo mismo que Bárcenas aquí, salvando las distancias, que ya cuenta con biografía que lo perpetúe.
¡Soy alcohólico, soy drogadicto, soy homosexual, soy un genio!, afirmaba de sí mismo Truman Capote. Pues tres cuartos de lo mismo el crecido Chapo: «Soy narcotraficante, soy prófugo recidivante, soy un hijo de…». 
Queda por saber si Sean Penn cobrará la recompensa por la captura y por qué medios volverá el preso a las andadas para lograr salir en una movie. Porque la vanidad no tiene coto. Quizá consiga la complicidad de algún que otro servidor público como ocurre aquí con la Infanta y su probable exculpación en el juicio por el caso Noos. Y es que la fama -si además hay dinero de por medio, ¡para qué decir!-, obra maravillas en lo que hace a encontrar cloacas (siquiera metafóricas, aunque ello no rece con el Chapo) para hurtarse a la justicia.
Contar es vivir (te) 
En una secuencia memorable de «Django desencadenado», el tal Django se carga a una pila de tipos, friéndolos a balazos mientras ellos intentan freírlo a él. Pero ellos no tienen éxito, pues Django va parapetándose en sucesivos heridos y muertos, que a su vez van recibiendo los impactos con resignación megafranciscana. Así veo yo al Chapo: el muñeco que recibe los cebollazos, no sé si por exhibicionismo insensato o porque es ley divina que para todo menester siempre hay un tonto. Es innegable que fugarse del chalet al que llamaban cárcel de máxima seguridad, donde disponía de servicios y personal ilimitados, para hundirse en el puto fango, fue una solemne bobada.
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Siguiendo con el símil de cine, veo esta historia tan disparatada, que creo que aún nos queda película por ver. Éste no es el final. A ver lo que pasa… (tras una fuga imposible, ahora podría encontrarse con algún que otro cazarrecompensas odioso)
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A mí lo que me pareció es que » el Chapo» tiene una única neurona y no precisamente en el cerebro, y claro, le ha podido, en Méjico creo que a los tipos como el les llaman » Picha brava» y así le ha ido……
Aparte de eso, quien nos puede asegurar que lo de Sean Penn no hubiera sido tramado con antelación, es Estados Unidos, tienen la base del Viejo Mundo, con las aplicaciones del Nuevo Mundo en cuestión de conspiración, son unos verdaderos artistas en ese campo, y ya se sabe » la pela es la pela».
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Hay que seguir el caso y enterarse, si vuelve a darse el piro como acostumbra (con complicidades inconfesables, supongo), por dónde. Habrá que estar atento a las cloacas. Como de costumbre, por otra parte.
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