Me refiero a esa vocación, la pintura, con la que parece haber accedido a una nueva dimensión que le abrillanta la mirada. La conozco desde pequeña y aún recuerdo con nostalgia aquellas lejanas mañanas de playa en las que correteaba con su bañador de topos que el sol imprimía al extremo de que, cuando su madre se lo quitaba, nadie lo diría porque habían quedado tatuados sobre su piel. Después estudios, viajes, dedicaciones varias y, un buen día, invitado a cenar para contemplar su obra.
Me reconozco sin bagaje suficiente para emitir un juicio analítico, así que, tras ver los cuadros, fue su entusiasmo el que me colmó la velada. Colegí que había tras ellos mucho trabajo, ratos de inseguridad como ella misma me confesó, quizá noches de insomnio y por sobre todo, el resuelto empeño por seguir ahondando en una forma de expresión que parecía llenarla por entero sin importar el precio que hubiera de pagar y a la que, por lo que he visto, no renunciará.
La pasada semana pude ver tres de sus cuadros en una exposición colectiva que ofrece la galería Art Mallorca (calle Misión 26, en Palma) y comprobé de nuevo que no me había equivocado.
Moviment I, II y III, como los ha titulado, tienen en común la ambición por el salto hasta sobrevolar el mar o las nubes y, aunque no lo dijese, se me antojaron su propia biografía en colores. Nos abrazamos y de nuevo estuve seguro de que Lourdes Morell ha encontrado el amor de su vida (lo confirmó) y una verdad por la que luchar, pinceles mediante. La muestra permanecerá hasta el próximo 13 de febrero y, si tuviesen oportunidad de visitarla, hagan por ver a la artista aunque no la conozcan. De cruzarse con alguien que irradia felicidad, probablemente es ella.
Si tengo que elegir, me quedo con la obra situada en medio. Dale de mi parte un abrazo, evitándole la parte de envidia que a mí me atenaza. Pues que en este mundo yo solo envidio, (pero mucho) a los que saben tocar un instrumento o se aentran con fundamento en otra faceta artística. (Hace unos pocos años, mi hijo mayor, que en casa era más bien poco comunicativo, trajo un CD que había grabado él. Tocaba la guitarra eléctrica, cantaba y ¡había compuesto todas las canciones! El mozalbete sigiloso que merodeaba por casa, no sabías bien por dónde ni para qué, era capaz de escribir aquellas canciones increíbles.)
Vuelvo a la artista. La obra ubicada en segundo lugar me ha hecho pensar en Vetusta Morla, un grupo musical que me entusiasma. Lo pongo frecuentemente en la consulta y tiene algún video que me recuerda a la obra de tu amiga, pero en ella veo más esperanza y hambre de futuro.
(Dile que, a ratos libres y cuando me miran, también soy oncólogo.)
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Voy a hacerle llegar tu comentario y te contaré lo que me diga. Pero no exagero: no es tanto la obra sino el efecto que ha tenido en ella: es otra, e irradia entusiasmo. ¡Ya me gustaría a mí también, ser apresado de ese modo por una afición! Supongo que a tu hijo debe notársele algo parecido aunque lo disimule. Porque los tíos somos así.
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Imagino que el hecho de haber podido no solo plasmar sus emociones sobre el lienzo, sino poder presentarlas ante el público hace irradiar esa luz que dices viste en sus ojos y seguramente expandiendose por todo su ser. Cada nueva cosecha de obras la hará crecer y de eso se nutren los artistan ( tambien de pan, vale) peroese reconocimiento a su hacer es primordial.
Intentaré llegarme, para pasarle a mi hija, que hace bellas artes en Cuenca, las fotografías de su obra, pues siempre es de agradecer el ver que en la isla las cosas avanzan para los que se dedican en estos tiempos al arte.
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Si lee tu comentario supongo que levitará… Se lo comentaré por si acaso.
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