Tiene 84 años y me he reunido con ella y su marido por motivos profesionales que no vienen al caso, porque han sido sus respuestas a cuestiones varias las que me han inducido, en cada encuentro, a prolongar la conversación hasta convertir en pocos meses mi inicial curiosidad en una atención creciente teñida de admiración. Sólo habla de ser preguntada, con parsimonia, las manos sobre el regazo, su mirada fija en la mía y una media sonrisa que aún ignoro si obedece al tema o traduce su modo de ser. «¿Deprimirnos para qué? Todo es provisional. También usted y yo, pero que todo tenga un final como bien sabemos, no ha de quitarnos el placer de seguir vivos. ¡Estaría bueno!». En ocasiones se limita a mover la cabeza dubitativamente y alguna que otra vez me ha devuelto la pelota: «A eso no le voy a contestar. Será mejor que busque usted mismo la respuesta sin meter a un tercero que quizá no le diga lo que usted quisiera oír».
No es una intelectual al uso. Tampoco tiene estudios universitarios pero, según me aseguró, nunca los echó de menos «Porque hay muchas formas de aprender». ¿Por ejemplo? -inquirí-: ¿lee usted mucho? «Bueno… sí, pero no veo TV ni escucho la radio porque tras años de hacerlo me dí cuenta de que la mayoría de veces me intentaban dar gato por liebre». O sea que no sigue usted la política… «Pues no, la verdad. Ni voy a votar porque nadie que no se haya metido en mi piel puede representarme.
Como están en la suya, se representan ellos mismos. Pero no tome usted nada de cuanto le diga al pie de la letra porque no quiero que parezcan opiniones. Las opiniones, por más que se quiera otra cosa, tienen una parte de invención porque siempre hay mucho más de lo que sabemos y quizá lo más importante. Así que, opiniones, cuantas menos mejor». ¡Mujer -protesté-: pero a veces hay que tomar partido…! «O no, si una no está segura de tener toda la razón. Por lo general prefiero escuchar… Y si no opino no corro el riesgo de mentir. Aunque sea para quedar bien». «¿La independencia, dice? Bastante tengo con cuidar de la mía. Aunque la compartamos -en ese momento miró con ternura a su marido-«. Se siguen queriendo ustedes mucho después de tantos años, ¿verdad? «Pues sí. Eso es lo único, el amor, de lo que una no se arrepiente nunca».
Confío en volver a verla pronto porque me da que puedo aprender de ella lo indecible. Para empezar, he constatado una vez más que la vejez no es siempre una masacre como alguien dijo y es que, todavía con algunos años menos, para mí quisiera esa forma de ser; de estar en el mundo mientras el cuerpo aguante. Me propongo volver a escribir próximamente sobre ella porque hay más, bastante más, en la libreta de notas donde apunto sus sentencias cuando se va.
Me encanta encontrar gente con esa saludable forma de vivir, cada vez cuesta más, pero cuanto mayores se vuelven , algunas personas son la imagen de la sabiduría, tanto, que saben que a veces callar dice más que abrir la boca para parecer estar al día.
Espero poder saber de esta bella persona más adelante.
Me gustaMe gusta