Las nuevas elecciones que se avecinan siguen poniendo de manifiesto el incierto panorama político al que estamos abocados, consecuencia no sólo de las dificultades para formar una mayoría estable sino también del talante de los distintos líderes y su común aspiración por hacerse con los sillones en lo más alto y luego ya se verá del programa cuando deban empezar a justificar el sueldo. Una ambición que disimulan con esa fraseología cargada de estereotipos que cada vez interesa menos, lo cual hace de rabiosa actualidad el viejo consejo de Nietzsche: Hay que evitar a los hombres de Partido por no ser partidarios de la verdad.
Y sobrevolando el desbarajuste, los imperativos de costumbre: Hay que tomar medidas urgentes -dirá cualquiera de ellos a poco que se tercie-, decidir en el marco de un pacto y, si quien lo sugiera no es incluído en el mismo, ¡rayos y truenos!: rodillos, prepotencia inaceptable, traición a la voluntad ciudadana… El caso es, a codazos y empujones, hacerse con el pastel.
En estos días, tanto la reciente alianza Podemos-I.U como los reiterados desencuentros (Podemos con C´s y PSOE, PP con todos), apuntan a un más de lo mismo para el próximo futuro a no ser que los manejos de Podemos, que es quien protagoniza repetidos jaques en el tablero, les sirvan para llevarse definitivamente el gato al agua, tras hacer realidad el perseguido sorpasso de sobrepasar al PSOE y situarse como segundos en votos, aunque ello tampoco pueda garantizar una mayoría de izquierdas.
Así pues, sorpassos o zarpazos, mejor, hasta decir basta. Podemos lleva camino de fagocitar a I.U bajo la máscara de un listado de 50 medidas pactadas pero que incluso destacados miembros de Izquierda Unida juzgan inconcretas. Sin embargo, la suma de ambas formaciones podría superar los votos del PSOE, con lo cual (segundo zarpazo de los podemitas), y aunque los socialistas siguieran siendo imprescindibles en futuras coaliciones, su líder Pedro Sánchez quedaría visto para sentencia y no precisamente absolutoria, toda vez que no podría abdicar de las líneas rojas que marcó tiempo atras y obligado por sus conmilitones. En cuanto al PP, pretenden evitar el revolcón apelando a un trasnochado comunismo («extremistas y radicales», según el marchamo de Rajoy) que habría impregnado la otrora transversalidad que Podemos venía enarbolando para hacerse con el santo y la limosna aunque, en su caso, el zarpazo (una mayoría, en coalición con C´s) se antoje quimérico por entre la podredumbre. Y C´s podría crecer algo, pero no lo suficiente como para convertirse en decisivo.
Por resumir y hasta la fecha, para zarpas las de Iglesias. Supongo que de algo le habrá servido ese talante profesoral, un adanismo a prueba de embates y, ¡cómo no!, su experiencia en la Tuerka. Aunque sólo fuese para conocer el mejor modo de darle otra vuelta de tuerca (sorpasso de tornillo) al concurso, al tiempo que se funde en un abrazo, el del oso, con el tierno Garzón.
¡Que miedo! y que incertidumbre, pues si votas a un partido que es para tí valido y en ese momento coaliciona ( o colisiona más adelante cuando ya sea tarde) con uno del que no te fías un »pelazo» pues liada, ya que ningún partido dice verdad, si así fuera el PP hace tiempo habría sido llevado ante los tribunales, por no cumplimiento de contrato, ergo, todos mienten y traicionan con sus palabras, y se olvidan de quien cobran sus sueldazos, nosotros, que una vez votados no los podemos despedir, lo cual debería ser factible si no se cumple con lo acordado.
Quizá debería existir un defensor del pueblo versus políticos.
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Lo de «coaliciona» y después «colisiona» es muy sugestivo para describir lo que sucede.
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