Ese mono catirrino (!) y de cola no prensil (podrán advertir lo que he aprendido), era un perfecto desconocido hasta que me comprometí con mi nieto: investigaría esa misma tarde obras y milagros del tal para, al día siguiente, proporcionarle datos con los que redactar el trabajo encargado en la escuela y que debería exponer por escrito y luego en alta voz.
Alimentación, relaciones y reproducción, me repitió. Esos eran los tres capítulos a considerar y, tras la oportuna inmersión en la Red, llegó el momento de las cuatro pinceladas que le permitieran cumplir con su tarea. Tras lo de catirrino, la nariz estriada, seguí. ¿Y eso cómo es? -interrumpió-. Y el trasero (el culo, ¿no?, precisó) rojo para hacerse visible en la penumbra de la selva. Omnívoro, lo que significa… -ya, ya: de todo-. Animales sociales que pueden superar los treinta años de vida. ¿Años humanos? -preguntó-. Bueno, repuse: el tiempo pasa igual para todos… Para todos no -corrigió-, porque un año de perro es como siete de los nuestros. Dada mi escasa experiencia pedagógica, preferí salirme por la tangente y entrar de una vez en el tercer y más peliagudo apartado.
En cuanto a la reproducción, el embarazo dura menos que en los humanos; unos siete meses. ¿Y cómo lo hacen? Verás -proseguí-: el macho emite sonidos para atraer a la hembra. Si ella está en período fértil y acepta, se pone de espaldas y, en esa posición tiene lugar… ejem… la cópula. ¿La qué? O sea -aclaré-: el apareamiento. Que se la cepilla, quieres decir, resumió poniendo así fin a mis titubeos. Pero no se lo cuentes de ese modo a la maestra, aconsejé tras la inicial sorpresa. ¡Hombre…!, exclamó al tiempo que me miraba como si fuese yo su discípulo. Supe al poco que había conseguido un excelente, de lo que deduje que probablemente me hizo caso. Por lo que respecta a la experiencia, he descubierto que estos críos saben bastante más de lo que suponemos y puedo imaginar lo que deben pensar, en cuanto cumplen los seis o siete, de nuestros pudores y eufemismos. ¡Como para seguir con París y la cigüeña!
Muy bueno Gustavo. Yo tengo 6 nietas y alguna sabe gramática parda. A su edad yo era un «beneit»
Me gustaMe gusta
Una muestra del progreso de la especie (no la del mandril, claro…)
Me gustaMe gusta
Vamos, que te ha cepilado pero bien.
Me gustaMe gusta
Ok, amigo, aquí te va el enlace de tu crónica sobre tu nieto y el mandril. Gracias por la colaboración. Un abrazo, Manuel
El enlace es: http://palabrabierta.com/mi-nieto-y-el-mandril/
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias una vez más. Un abrazo. Cómo va el ensayo sobre la conciencia?
gustavocatalan.wordpress.com
Me gustaMe gusta
Podrías haber completado la descripción del mandril indicando que probablemente su espectacular cara es un caso de selección sexual darwiniana. O sea, el resultado de las preferencias de las hembras de esa especie a lo largo de millones de años… Un motivo interesante de reflexión sobre nuestra propia especie. Cuéntaselo a tu nieto y explícanos su opinión al respecto…
Me gustaMe gusta
Si tienes un rato, creo que te pasaré el trabajito…
Me gustaMe gusta
Vale…
Me gustaMe gusta
Aunque lo he leído un pelín tarde es muuy bueno. Recuerdo que en mi caso me dijeron que no ofreciera más información que la que me reclamaran, y surtió, hasta una cierta edad efecto,
luego cuando ya vino la época de como se hacen los niños, ojo al parche, no como nacen, ahí recurrí al bendito National Geografic,- ¿ te acuerdas de como los elefantes y los rinocerontes se suben encima de las hembras?- Si, claro y entonces les sale ese pito tan inmenso,- exacto , pues algo similar pasa con casi todos los mamíferos, según sus tamaños así son sus comportamientos.
Una vez llegados aquí, ya prefirió ir a montar en bici, y con un – pues vale- me dejó plantada.
Ya ves, espero que si tengo algún día nietos o bien sus papis se lo expliquen, o en el caso de que la pregunta se les ocurra estando conmigo, me acuerde de como fué la aclaración. Igual ni ven NG……….
Me gustaMe gusta
Si te ves en la tesitura, nos podemos ver para elaborar un plan…
Me gustaMe gusta