El tal William Mathias Schöll, nacido en el siglo XIX, era un podólogo que, tras estudiar medicina, fundó su propia Compañía para comercializar objetos y productos varios no siempre relacionados con los pies. Murió hace 50 años y, sin embargo, los anuncios con su nombre como marchamo de calidad siguen martilleándonos, bajo la presunción -ya evidencia- de que para muchos nos hemos convertido, de ciudadanos, en meros clientes.
El nombre de Dr. Schöll etiqueta de lo más variopinto: desde sandalias, zuecos y katiuskas, a medias, máscaras de noche y desodorantes o remedios para dolencias podales varias: antiverrugas, limas para las durezas, plantillas, tijeras o un tratamiento antimicótico (para los hongos) que no cuenta entre sus componentes con sustancia alguna de eficacia reconocida. Quizá sus propuestas fuesen, 100 años atrás y a más de novedosas, honestas, lo que no puede afirmarse a dia de hoy, convertido en imán publicitario sin refrendo convincente.Todos mis respetos a Schöll y su envejecido negociete cambiado de manos, pero que a día de hoy nos sigan con el tal Doctor es, ante todo, una operación de marketing que promociona un batiburrillo sin garantías. En pocas palabras: a poco que se investigara, podría concluirse que la firma tiene poca credibilidad y, si me apuran, bastante de componenda. A este paso, podría ser que, cualquier día, nos salga Hipócrates avalando quién sabe qué.
Ante todo, los productos Schöll son increíblemente caros, de firmas españolas en caso de haber el mismo producto las puedes comprar igual de buenas y a un precio más ajustado.
Si que hay un producto de Schöll que funciona y son como unos parches para los talones si te hacen llaga los zapatos, funcionan, te los pegas y no se caen hasta que la llaga en caso de haberla se ha curado, ¡ ah! bueno y si los pies no transpiran demasiado.
Ya se sabe, vendes tu nombre y ya no eres dueño de lo que hagan con el, ni tú ni tus descendientes.
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Eso es lo que, en mi opinión, sucedió con Schöll, cuyo nombre emplean como garantía de excelencia, más de un siglo después…
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Qué curioso. Hace un par de días encontré en un armario de baño un esmalte hidratante para uñas o algo así del Dr Schöll que no era mío y lo tiré, pensando que no sería barato pero que no me resultaba útil…
Me imagino: Dr Catalán, Dra Cholvi… Me da la risa
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¿Y si lo hacemos? Seguramente saldríamos de pobres… Pero como no somos podólogos, ¿a qué porción nos dedicamos?
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