La carrera no es sólo por mantener la forma física aunque también y, pasada la juventud, seguir con ella pese a la artrosis dice bastante del protagonista. Así, es comprensible que aún recuerde con admiración a un anciano, muchos años atrás, inmune al desaliento (mantener el aliento le costaba más) y empeñado en acudir cada mañana a la pista para seguirse probando junto a quienes por lo menos doblaba en edad.
Sin embargo, también se corre y a veces se esprinta por otros motivos. Tenían que haber visto al mulato que, en Cartagena de Indias (escala durante un viaje en barco a Sudamérica, que cualquier día habrá de ser tema de post), me arrebató de la mano, por la espalda y de un tirón, los dólares que había sacado para pagar la compra. Lo perseguí unos metros infructuosamente (debía estar más motivado que yo para el esprint) y, ¡qué se le iba a hacer! Dijo en una ocasión Wagensberg que la diferencia entre depredador y presa es que el primero se puede permitir un fallo y seguramente llevaba razón, aunque por lo que hace a mi dinero no fuera el caso.
¿Más razones para las estampías? Pues nada como nuestro entorno político para intuírlas a docenas. «Los indepes» catalanes, sin mirar a los lados y hacia quién sabe dónde (es lo que sucede con una guindilla en pleno culo); Rajoy, los pies en polvorosa en los días previos al enfrentamiento y en busca de apoyo y consejo por parte de Trump (¡Ahí es nada!);
Pablo Iglesias en zig-zag para ver de pillar votos en cualquier pista o, Pedro Sánchez, carrerillas cortas y detenerse cada tanto por averiguar cuántos le siguen. Se esprinta, ya digo, por conveniencia, hipocresía o impostura; para quedarse con el dinero ajeno o sus voluntades, convirtiendo en actual lo que dijera Oscar Wilde: que en asuntos de importancia, es el estilo y no la sinceridad lo que cuenta. No obstante, y por
seguir con el título, hay una evidencia que no debieran echar en saco roto los que en días pasados han armado la de dios es cristo: cuando el objetivo se presume lejano, mejor la carrera de fondo porque, de entregarse al esprint, pueden acabar exhaustos al poco de haber comenzado. Con la consiguiente frustración de quienes apostaron por ellos y aguardaban en la meta.
Y… entre tanto sprint y carrera de fondo ¿ no da la sensación de que los corredores no tienen ni idea de a donde se dirigen?, por otra parte, cuando hay tanta estampida, siempre hay algún depredador al acecho presto a atacar en medio del caos para llevarse al pato al agua, miedo me da que entre tanta gallería no salga el Pollo matón de turno que van apareciendo cada x años y decida tirar una pacífica convivencia, con tiranteces en sus momentos pero pacífica , para imponer su ley, y la verdad no sé yo si tendríamos ganas de otros 40 años de sprints aporreados.
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Pues sí…
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