Tras asistir el pasado martes a su discurso/espectáculo, la estupefación se mezclaba con los intentos varios por adscribir su posición a alguna experiencia pasada que me permitiera discernir la intención que subyacía en semejante confusión.
El «Sí pero no, por lo menos de momento» que creí entender, daba para cualquier hipótesis y, de entrada, no pude evitar pensar en Bárcenas: desde la Cospedal y sus pagos en diferido, en línea con Puigdemont, hasta la ambiguedad de Rajoy (¡Otro que tal baila!) asegurando que todo era falso salvo alguna cosa. No obstante y después de lo oído, habré de concluir que los turbios manejos no son exclusivos de esa Derecha corrupta que es ahora interlocutora para los diferidos ajenos. Sólo queda la esperanza de que, con parecidos talantes, se facilite un diálogo entre iguales.
Pero no acabaron ahí mis lucubraciones. ¿Y si el de la Generalitat estuviera por el palíndromo, como el mejor camino para la Declaración Unilateral de Indepe? Porque lo cierto es que el sentido de su proclama no cambiaba, fuera escuchada al derecho o al revés. Al modo de «Olaf usa su falo», aunque el de Puigdemont quizá precise de excitación por parte de la CUP tras haberse encogido debido a las adversas circunstancias. Y puesto a hacerse ininteligible, quizá habría sido más propio anunciar en su comparecencia que había decidido «procrastinar las posverdades», en vez de posponer las mentirijillas. Igual significado, pero con términos más posmodernos y que tampoco habrían oscurecido su mensaje más de lo que consiguió. Únicamente me faltó el poder contemplar la cara de Don Mariano: impertérrito. ¿Y ahora qué?
La sustancia gomosa que constituye el caletre de Puigdemont (seguramente bien conocida en su partido, dado que lo sacaron de un oscuro puesto en Gerona para reemplazar al defenestrado Artur, muy a última hora) quedó de manifiesto públicamente en reciente entrevista televisiva.
Lo chocante no es que un tonto exhiba su condición, sino que disponga de un foro tan solemne. Todo Dios aguardaba las palabras de este ignaro como si la Universidad de Chicago anunciase la fusión nuclear fácil y barata.
Y el bobo aprovechó su momento de gloria para dar un mitin (literalmente) y no hubo votación alguna (cosa rara en un parlamento), de modo que la inefable Forcadell no sacó a relucir sus mañas, y luego firmaron -unos cuanto, o eso dicen- una especie de proclama que nadie registró oficialmente.
Todo lo cual se amolda perfectamente a lo que en términos teatrales se denomina ´comedia bufa’. Identificar al bufón es de perogrullo: es todo aquel sujeto que se siente emocionalmente vinculado con la patulea catalufa.
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