Es encender la radio, durante el desayuno o a los postres, y las fake news se mezclan con el café en lo que se ha convertido ya en cotidiano: mentiras y tomaduras de pelo pero enunciadas con inglés intercalado y menos mal, porque de tener que entenderlas en chino o mandinga, ¡ni les cuento! Después nos vendrán con los memes, parientes sin duda de la memez, serendipias como quien no quiere la cosa o algún que otro trending topic. Y todo ello sumado a la amistad que te profesa quien a media mañana, y por eso mismo, advierte que va a evitar hacerte un spoiler, que no es corte de mangas como los menos avisados podríamos hace un tiempo suponer.
Sin embargo, no termina ahí la abrumadora sensación de no haber avanzado desde los tiempos de Galdós en cuanto al verbo se refiere, porque fue personarme hará cosa de un año en la agencia de viajes para advertir que no había recibido su correo, tal como habíamos acordado, precisando la fecha de salida.
-¿No nos tendrá como spam? –me respondió la encargada.
Lo cierto es que no supe responder y hube de desvelar mi ignorancia (ya en trance de superación) frente a su sonrisa de conmiseración. En consecuencia, decidí en su día listar los neologismos en un cuaderno y repasarlos semanalmente, aunque quizá la medida no baste para customizarme el lenguaje en un nuevo idiolecto sin parecer un friki con ganas de clikear para superar el vintage hacia este nuevo mundo tan cool. Además, si lo que se comprende en un instante no suele dejar huella, como afirmó Gide, la huella que se avecina sobre mí va a ser cosa fina.
El neologismo, si verdaderamente lo fuese, no sería ni tan desastroso. Si sobrevienen inventos, objetos o figuraciones que no disponían de denominación en nuestra lengua, ¡pues qué se le va a hacer! Habrá que aceptar lo que venga, acaso españolizado, pero bienvenido sea.
La bazofia estriba en el falso neologismo: la chorrada dizque anglosajona que en inglés no significa lo que pretende el bobo-filólogo, de modo que el susodicho queda como bobo al cuadrado.
Oponerse al neologismo razonable es casticismo rancio, pero tragar con cualquier morcilla pocha como si fuese ambrosía, es gilipollez contemporánea.
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Sin duda hay c0nceptos y novedades que están a la espera de palabras adecuadas que las designen, pero demasiadas veces el anglicismo tiene su equivalente en castellano y, en ese caso, una auténtica comida de coco…
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Esta mañana hablaban por la radio de las figuras del «troll» de las redes sociales. Que si eran «haters» o «buenistas». Incluso se ha escrito un libro sobre esto.
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¡¡Troll!! ¡Haters!!!! Me los agrego a la libreta. De seguir así, pronto su estudio me ocupará todo lo que me quede de memoria y lucidez…
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