Desde hace un tiempo y cuando sentado en la terraza de cualquier bar, suelo fijarme en el calzado de las transeuntes y no puedo quitarme de la cabeza la frase que escribiera en su día Rubert de Ventós: «En el otro mundo se pagan los pecados y en este las tonterías». Porque son de ver y no creer esos zapatos en punta que deben hacer de los dedos un informe amasijo, tacones que parecen cascos de caballo u otros tan finos que dan para insertarse en cualquier rendija, cintas que oprimen las pantorrillas.. Se diría que sus portadoras han optado por aquella «Elección trágica» de que hablaba Isaiah Berlin, y es que sobre esos pies se cierne la lesión más allá de un fatídico traspiés con la fractura o el esguince consiguientes.
Sin duda nadie sabe lo que es bueno pero sí lo que sería mejor: dar la espalda (los talones, en este caso) a la moda por la comodidad, y subordinar la apariencia perseguida a la seguridad física. Porque hace falta ser masoquista para estilizarse y crecer unos centímetros a riesgo de terminar sobre el asfalto, cuando no sobre las piedras si se les ocurriera a algunas seguir el consejo de Pitágoras y, en vez de transitar por caminos concurridos, optasen por los senderos.
El caso es que, de entretenerse en la visión de sus pies, uno termina por entender hasta qué punto la mercancía puede ser una forma de alienación que convierta la indemnidad física en cuestión secundaria, olvidando que el secreto del universo -y de sus habitantes, yo añadiría- está en un equilibrio que demasiadas de entre ellas consideran prescindible. He terminado por concluir que el «Dime lo que comes y te diré quién eres», podría cambiarse sin empacho por un «Dime cómo calzas…». Presten atención a ello cualquier rato, sin apriorismos, y ya me contarán.
El cronista deja a las claras su inepcia al eludir el término ‘stiletto’. Con tacón siempre superior a 8,5 cm -incluso 10, para el clásico Ferragamo-, se trata de un ‘must have’ para la mujer más deslumbrante y estilizada. Diseñadores (artistas) como Jimmy Choo, Manolo Blahnik o Christian Louboutin, mal que le pese al agorero Gustavo, lo han convertido en símbolo de la sensualidad contemporánea.
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Muy puesto te veo, colega… no sé si por afición a la sensualidad o por representante, así como de tapadillo, de esos a quienes citas… ¿A qué saber tanto de los entresijos? ¿Para un sobresueldo a base de tacón? Estoy como quien dice estupefacto, A mí sólo me suena Loubutin, quizá por diminitivo de Lobo…
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Cuando empecé la especialidad, allá por 1986, se contaban las damas con muy pocos dedos. (Incluso había hospitales que vedaban el acceso de mujeres a la Oncología, por suponerles mayor fragilidad emocional, supongo.) Era un mundo esencialmente masculino, con todo lo que ello comporta en las aficiones, las conversaciones y otros desempeños sociales.
¿Hoy? El staff de mi servicio consta de 6 varones y 8 mujeres, y las residentes (10) son ‘las’ porque no hay ni un solo muchacho. En las provincias limítrofes sucede exactamente igual. De modo que conozco las cremas faciales y extrafaciales -con sus marcas-, por supuesto las tendencias en diseño de ropitas y complementos, y participo activamente en debates stilettos/manoletinas, con sus momentos específicos en bodas y otras ceremonias. Te doy mi palabra de honor de que conozco bien el escote palabra de honor.
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Suerte que tienes, ¿no? Conocimientos esos que a mí me gustaría ampliar. Siempre que no tengas que decir «Nosotros, nosotras y nosotres», de seguir aumentando la plantilla…
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Don J.Gustavo Catalan no se enrroñe con usted mismo, ni se mortifique al imaginar dedos deformes con un latido y quemor constante, usted LEVANTE la mirada, que quien lleva ese tipo de zapatos es porque le gusta gustar y ser gustada.
Hasta nosotras las mujeres nos gustan otras mujeres que vayan estilosas y adornadas con ocho o diez centimetros; aunque nosotras no apreciamos la altura sino como los manejan la susodichas y el contoneo aunque sea de gacela que llevan al caminar. Don Gustavo el zapato como el reloj para una mujer… cuantos màs mejor.
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Creo que levantar la mirada como me aconsejas, será más placentero, aunque también lo venía haciendo, no vayas a creer. Un beso, Vero.
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Le doy toda la razón al Dr. Gustavo Catalá y no porque sea seguidora suya sino porque he sido víctima de esos maravillosos zapatos años 70 taconazo, por supuesto estoy operada de juanetes y creo se llama neurona de mortón, tengo los pies preciosos para mi edad por esas intervenciones pero hace muchos años que no llevo tacón ni lo recomiendo a mis hijas, solo puntual, dietas etc.
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Fiestas no dietas he querido decir
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