A cualquier candidato que pretenda condicionar nuestro presente y en alguna medida diseñarnos el futuro, cabría exigirle un cierto currículum más allá de másteres y/o doctorados: capacidad para entender lo simple y no tener empacho en buscar asesorías frente a lo complejo, formación intelectual que haga posible todo lo anterior y el adecuado talante para evitar que sea tras su nombramiento cuando comience a resultar evidente lo que en su día anunciase María Zambrano: que sólo a fuerza de errores se aprende a pensar.
Sin embargo, pasan los años y sigue vigente la percepción de que la política es el hábitat natural de iletrados y sinvergüenzas en variable proporción sin que nuestras vivencias, las acumuladas por los ciudadanos en el curso de siglos, sirva para otra cosa que subrayar aquello de que lo único que se aprende con la experiencia es que no se aprende nada de la experiencia y es más: con Trump, Maduro o Bolsonaro, por no citar a los de aquí, la democracia incorpora en su seno los gérmenes de graves insuficiencias que podrían convertir en actual, una y otra vez, la identificación del voto con elección trágica, sea esta cual sea.
El triunfo de perfiles como los citados y otros muchos, conduce a que incluso los votantes de otras opciones acudan a las urnas de perfil, siquiera por vergüenza ajena. Únicamente cabe esperar, por no hundirse definitivamente en la desesperanza, que Nietzsche tuviera razón y, lo que no mata, acabe por hacernos más fuertes. Para aguantar sin desfallecer sus dislates y los de quienes puedan sucederles en la poltrona, en tanto no se decida examinar a los presuntos como se debería: con luz y taquígrafos que no sean de su misma cuerda o les deban algún que otro favor.
Mientras sólo sean los que examinen a dichos políticos los de su misma cuerda no hay tanto peligro como que los examinadores sean de los que les deban algún que otro favor, porque tendrán que devolverlo y ese hecho es la principal causa de la corrupción de los políticos en el poder, que ya sólo benefician a un grupúsculo, convirtiendo a los Estados en plutocracias.
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Eugenio, estamos de acuerdo. Un abrazo
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En la misma tesitura que planteas. De perfil, sin duda, porque me niego a no seguir intentado poner trabas a la derechona que padecemos. Menudos titulares más estúpidamente obscenos culturalmente nos están dejando. Bessssss
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Nada de abstenerse. Aunque a veces cueste decidirse…
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