La de Rey es condición de mucha preeminencia aun encarnada en según quién y, por eso mismo, la prefiero ligada al apellido: Rey Marqués, Vara de Rey… aunque lo más, el acabose, es Rey Ardid: la unión de lo egregio con la trapisonda constituye una mezcla invencible –siquiera por el sobreseimiento de los delitos-, y vean como prueba al emérito que nos ha tocado en suerte. No es de extrañar que el tal Rey Ardid, otro que Juan Carlos I, fuese maestro internacional de ajedrez y campeón de España allá por los años treinta.
Lo insólito es que no ocupase en aquellos tiempos y en política el lugar de Azaña, siendo como era, por linaje y oficio, el rey de la celada. Además, a Azaña le faltaba la hache inicial, por lo que en un enfrentamiento por el cargo habría tenido las de perder. En la misma línea, repasen a otros famosos: Fernando Rey, Bárbara Rey, el matemático Rey Pastor… Andar de Rey, con corona o sin ella, trae aparejadas gloria y pasta, así que ya lo saben. También están Ray Loriga, Ray Charles o Nicholas Ray, pero al tema de hoy le sobra miga como para necesitar del torpe recurso de cambiar la vocal, aunque si el rey actual prescindiese de la «e» final, sin duda en Catalunya caería mejor.
Y en otro orden, ahí están el rey mío, mi reina o reina de la casa, de mi vida, vivir como tal… Expresiones todas que aluden a un amor sin límites o una posición envidiable, aunque en puridad se viva «a cuerpo de rey», que no de reina. Aquí el masculino se lleva el gato al agua, aunque una paja no hace Lewinsky, digo pajar, porque «rey de la casa», por poner un ejemplo, es peor que «reina de la ídem». El rey de la casa suele ser rorro de pañal y deja de monopolizar el título en cuanto controla los esfínteres (¡ojalá tomasen ejemplo en la Casa Real!); la «reina de la casa», en cambio, acostumbra a extender su reinado hasta la menopausia y más allá.
Y por abundar, también en los derivados se aprecia el valor de la realeza: reinona, asentada y mofletuda por la molicie, reineta (manzana de excelente sabor), o reintegro y te devuelven un dinero que quizás dabas por perdido. ¿Y qué decir de las películas? Las que emocionaron nuestra infancia incluyen la mágica palabra: Tarzán, rey de los monos, Las minas del rey Salomón, Rey y patria, de Losey, El rey de Nueva York… Sin embargo, es en las frases hechas donde mi tesis brilla esplendorosa: el rey del mambo, del chá chá chá… Pero bueno: consciente hoy de un rigor expositivo más que dudoso, no me queda sino rogarles que acepten mis disculpas y muestren frente a estas líneas la tolerancia, la comprensión de un Rey (otro que los designados por cuestión de estirpe). Sobre todo ahora que los Magos están al llegar y por unos días relegarán de nuestra imaginación a los Borbones, poco dados a regalos que no acaben en su propia cuenta corriente.
Con dinero y sin dinero
yo hago siempre lo que quiero
y mi palabra es la ley.
No tengo trono ni reina
ni naide que me comprenda
pero sigo siendo el rey.
(Podrían firmarlo de consuno el emérito y su vástago, e incluso su nieta heredera. Podrían, y todos tan contentos… hasta los republicanos, que son pocos y mal avenidos, según tengo entendido.)
Me gustaMe gusta
No me acordaba de la cancioncilla… Pero republicanos no tan pocos, aunque mal avenidos y por seguir los tiempos, seguramente. Buen año!!!
Me gustaMe gusta
REALmente divertido Gustavo;)
Me gustaLe gusta a 1 persona
Siempre ameno, variado e ingenioso.
Abrazo primero del 2019….desde la tierra de Dña Dulcinea reina de la Mancha.
Me gustaMe gusta
Ismael: otro abrazo para ti. Y espero que te traigan todo lo que hayas pedido, incluso en secreto si hay algo que no quieres que sepa la reina del Toboso…
Me gustaMe gusta