No es necesario haber llegado al fondo del otro para iniciar una relación, mantener esa prolongada amistad o padecer junto al que está en dificultades. Sin embargo, seguramente en algún momento nos preguntaremos: ¿se volverá violento en determinadas circunstancias? ¿Obsesivo/a? ¿Detallista? ¿Emocionalmente estable? O, de salir los dineros de por medio, ¿será ahorrador/a?

He venido pensando en la posibilidad de hacerse con respuestas fiables obviando el interrogatorio al respecto. A través de algún detalle; más acá del psicoanálisis, sin que sea preciso mantener durante años parecidas dudas y, en algún que otro paseo, se me han ocurrido pistas que convendría explorar por si se confirma que pudieran ser indicios reveladores. Para la violencia, quizá observar su reacción tras pillarse un dedo, el control de las emociones a través de actitudes y eventuales entusiasmos o cabreos cuando salga el procés catalán a colación y, por lo que hace al orden, se me antojó buena idea observar el modo en que dispone su billetero, aunque posteriormente leí en Leviatán, la novela de Auster, que alguien era de la clase de hombres que doblan los calzoncillos antes de acostarse y me pareció una evidencia realmente definitiva.

Con relación al talante ahorrador que mencionaba, ningun vistazo me parecía del todo fiable hasta que ayer, en el lavabo, fui preso de una revelación: ¿cuántas veces doblamos el trozo de papel de váter con que nos limpiamos el trasero? Cada uno de nosotros sabe perfectamente lo que ahorra del rollo tras evacuar y, de no mentir al ser preguntados al respecto, mostraremos sin sombra de duda nuestra capacidad para engordar céntimo a céntimo la cuenta corriente, evitanto el dispendio al extremo de poder hacernos quizá, transcurridos los años y merced a ése habito ahorrador, a culo visto, con el casoplón de nuestros sueños. Por cierto: para probar la bondad de la hipótesis cabría preguntar a Pablo Iglesias, el de Podemos y con nueva casa en el Galapagar, cómo acostumbra a manejar el susodicho papel higiénico.