A pesar de que, como escribiera en su día el viajero Ibn Battuta, allá por el siglo XIV, no sea aconsejable recorrer dos veces el mismo camino, los analisis, declaraciones y sentencias con que nuestros políticos pretenden llevar el agua a su molino, no suelen ir más allá de los típicos tópicos ya sabidos por reiterados, haciendo evidente en cuanto abren la boca cuán justos andan de recursos y, frente a sus competidores o para convencernos de su perspicacia, el esfuerzo no se dirige como debieran a una mejor gestión, sino que intentan convertir sus mentiras en inexpugnables a través de un delirio que, por remedar a Cèline, se contagia entre ellos como la sarna.
Por ilustrar con algunos ejemplos la generalizada percepción que de ellos tenemos, hablarán de «Electoralismo fácil» cuando los otros den con alguna idea que pudiera restarles votos. Son precisas «Medidas urgentes» respecto a cualquier asunto pero que ellos, de tener ocasión, nunca adoptaron… Si quienes gobiernan han planeado algo con visos de éxito, reivindicarán que es preciso «Hacerlo en el marco de un pacto» y, de salir bien sin haber participado, «La decisión llega en todo caso con retraso».
Por lo demás, la frase hecha se ha convertido en marchamo de su oficio y ahí tenemos, día tras día, la caja de los truenos, la de Pandora, el tarro de las esencias que sólo ellos pueden destapar o, para pronosticar el fiasco de esa iniciativa por parte del adversario, «La crónica de un desastre anunciado», lo que únicamente revela que aprovechan de los libros sólo la portada: el título para utilizarlo, convenientemente modificado, como sentencia y a falta de cualquier otra de cosecha propia.
Y es ya superfluo traer a colación, aumentando el hastío, lo de traidores, pactistas con ocultación y alevosía o ¡qué España querrán esos…! Tal la demagogia y tantos los estereotipos, que seguramente lo adecuado, de querer votar, sea leer una síntesis de sus programas caso de haber conservado un algo de ánimo y, en cuanto aparezcan los referidos, a otra cosa. Siquiera para evitarnos el tres cuartos de lo mismo.
Me encanta que hayas encontrado esa frase de Rourke; casaría con la de » A perro viejo todo son pulgas´´.
Con tu permiso me la copio.
Un abrazo
Rosario
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Es que es tal el hastío, tal la pobreza en la que estamos sumergidos, que opto por el alejamiento al máximo posible. Ya sabes, para delirios los míos. Besossssss
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Amando de Miguel publicó un libro titulado ‘La perversión del lenguaje’, donde dedicaba pícaras invectivas al dialecto/jerga que llamaba ‘politiqués’. Una curiosa forma de hablar sin decir, amagar y no dar, mentir a medias, farfullar sin más propósito que rellenar una entrevista menestral, etc. De hecho, el engendro idiomático ha dado lugar a sus propios neologismos (‘seguidismo’, por ejemplo) y se viene nutriendo -malnutriendo- del estomagante lenguaje inclusivo, según el cual ‘director’ es malaje pero ‘democracia’ es guay, por el género gramatical de ambos.
La cosa no tiene remedio a la vista. Llega un político con aires ‘nuevos’ y enseguida empieza a rezongar milongas, como los demás, y empieza las frases así: ‘Es bien sabido que’, ‘como no podía ser de otra manera’, ‘algunos deberían leerse mejor la constitución que nos hemos dado, democráticamente, por supuesto’, etc. Todo fatigoso, predecible, intelectualmente parapléjico y sentimentalmente cataléptico. Todo bobo e inútil. Pero ¡amigo!, al parecer la democracia era esto: una interminable letanía de politiqués, equidistante entre el sermón y la soflama.
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Nada que añadir. Sólo un consejo: ni se te ocurra mencionar el lenguaje inclusivo frente a según quienes (quienas), porque te intentarán hacer un/a traje/a.
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