Escribía Cioran que España está embarazada de Dios. Sin embargo, hace ya décadas que ocurrió el parto; la devoción va a menos y tal vez sean las procesiones de estos días donde aún pueden apreciarse los rescoldos de lo que un día fueron llamas. Metafóricas o menos, porque también sirvieron tiempo atrás para quemar brujas y herejes.
Pero, tras vírgenes y cristos, los encapirotados creyentes pueden ser presa de la frustración y así lo advertí hace un par de días cuando, alejados los tambores y los disfrazados detenidos a mucha distancia, entre la oscuridad y el silencio, optaron algunos de ellos por quitarse la caperuza para mejor respirar e intercambiar algunas frases con los espectadores, al tiempo que se apoyaban en los contenedores de basura situados a un lado de la calle y convenientemente rotulados. Llegué a pensar si acabarían por arrojar velas y capuchas al de desperdicios y, los más hartos tras horas de pasitos, estarían dudando entre marcharse a casa o culminar la penitencia, si descalzos, introduciéndose por el agujero de la «Materia orgánica». Venció la fe tradicional y se mantuvieron en la fila; una fe que, no obstante, parece distribuirse de forma desigual como evidencia lo que me contaron un par de vecinas.
En los mismos días, una de ellas observó cómo, en espera de las cofradías, alguien se entretenía limpiando la terraza de su edificio en paños menores. Y la otra vio, en el balcón abierto de enfrente, al inquilino rasurándose la entrepierna sin el menor pudor. Resulta obvio que también en esta semana distan de estar claros los límites de la oportunidad en cuanto al destape u ocultación de cabeza a pies, y si los espectáculos de balcón o a lo largo de la calzada puedan terminar por contagiarse, tras el parto de Dios y al igual que se espera de las creencias, en cuyo caso ya me veo al de arriba envuelto desde los talones a la coronilla y, abajo, a los cofrades en calzoncillos o como Dios los trajo al mundo, y con el escozor trasladado, por mor del afeitado, desde el alma a los muslos.
No dejarás de asombrarme jamás. Qué giros le das tan divertidos!!. Hace unos años, cenando en casa de unos amigos en Bunyola, pasaba la procesión y nos asomamos, con ese recogimiento que llevaban de sopetón a uno de ellos le sonó el móvil…tuvimos que refugiarnos para no contribuir con nuestras risas.
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